En medio del río Uruguay, una extensión de tierra fértil es el paraíso de un puñado de habitantes que vive de la economía de subsistencia en un marco de gran belleza natural. La escuela y el trabajo en la chacra frenan el avance de los brasileños
ISLA ITACARUARÉ CHICA
Seis niñas y una docente saludan a la bandera con la canción Aurora, antes de ingresar al aula. El ritual escolar se repite en cada escuela del país, pero en medio del río Uruguay cobra un sentido diferente, de pertenencia en la soledad.
“Vivir en la isla es hacer patria es defender nuestro territorio en la frontera, izar la bandera argentina es un orgullo y es un desafío de la escuela construir la identidad en una población que tiene mucha influencia del Brasil y hay lazos de parentescos y una comunicación muy fluida, pero la verdad es que la gente está muy sola”, relató la maestra Marisa Kreclevich sobre la función esencial de la educación a 700 metros de la costa argentina y 300 metros del Brasil.
La Escuela 865 tiene la misión de educar a los chicos de las ocho familias que se asientan en la Isla Argentina o Itacaruaré Chica, una pequeña población que subsiste de la economía artesanal y con mayoría de adultos.
“Aunque tengamos pocos alumnos la escuela tiene que seguir, tiene que estar, y nuestro objetivo es que los chicos aprendan contenidos, que puedan leer cosas diferentes y el único espacio donde puede pasar eso es en la escuela. Después la música, la televisión que ven es todo de Brasil”, dijo la docente que cubre una suplencia en la isla y que recorre todos los días el mismo camino para enseñar.
Sale del pueblo al mediodía hasta el puerto de la Prefectura de Itacaruaré, hay nueve kilómetros de tosca y en la orilla la espera Sandro Franco, el portero de la escuela y conductor de la lancha. Cuando el río está bajo lleva diez minutos alcanzar la costa, cuando sube mucho, el puerto se cierra y se suspenden las clases.
La isla pertenece al municipio de Itacaruaré, son poco más de 100 hectáreas de tierra fértil y monte nativo, hay un puñado de casas sobre pilotes para resguardarse de las crecidas, el río domina el paisaje. Se respira tranquilidad y el trabajo esforzado de la chacra, no hay automóviles, ni plantaciones de tabaco, los lugareños aseguran que nunca utilizan agrotóxicos y reciclan todo lo posible.
Sin embargo, la vida como la conocen cuatro generaciones de misioneros desde hace 90 años podría desaparecer si avanza el proyecto de la represa sobre el Uruguay. El temor de los habitantes es que la tierra que trabajan sin descanso quede bajo agua y lamentan que las autoridades no informen claramente sobre su futuro, pero no se quejan.
“Lo que tenga que ser va a ser”, sentencian.
Sandro es hijo de pioneros y creció en la isla, “la gente es muy buena y humilde, acá estuvieron mis abuelos y ahora viven mis padres, yo me tuve que ir porque mi hija va a la secundaria, se extraña mucho la isla, cuando uno no viene seguido te agarra una nostalgia, pero no hay futuro para los niños acá, la escuela es el único lugar donde pueden aprender”, relató.
En las dos orillas
Los habitantes tienen contacto frecuente con tierra firme, desde donde se proveen de productos y servicios y también venden sus cultivos y animales.
Una postal de la permeabilidad de la frontera es la práctica cotidiana de comprar en los almacenes brasileños de Línea Itacaruaré o Rincón Vermelho, dos pequeños centros costeros sin siquiera registrarse.
“Las nenas pasan en canoas hasta Brasil, son unos pocos metros, toda la gente se conoce, compran harina, cosas para la comida y vuelven, la gente tiene parientes de los dos lados y acá no hay ningún quiosco”, expresó la maestra Marisa.
Contrastes
En la isla tienen agua de perforaciones y desde 1992 cuentan con energía eléctrica alimentada por un tendido que cruza el río, también disponen de una línea telefónica.
Nadie recuerda algún hecho de inseguridad que haya demandado la intervención de la Policía.
“Es un paraíso de contrastes”, califica Sandro a su isla y describe:
Por un lado, “acá no hay desocupación, lo que sobra es el trabajo aunque no es para cualquiera, tampoco hay pobres porque la gente tiene lo esencial para vivir y también están los planes, es una vida de disfrutar mucho la naturaleza y sin estrés, pero también hay un atraso, hay mucha soledad y hay trabajos que ya se podrían alivianar pero que la gente sigue haciendo todo con sus manos como hace 50 años”.
Dejó en evidencia así, la precariedad con que envejecen los isleños, que no cuentan con cobertura médica o jubilación por sus oficios de productores, pescadores o criadores y faenadores de animales. Tampoco cuentan con un seguro por pérdida de cosechas.
En el mismo sentido, Oscar Da Silva reconoce que “si el cabeza de familia se muere, su mujer y los hijos quedan sin ninguna ayuda, eso sería bueno poder mejorar”.
Edgardo Dos Santos (57) es pescador desde siempre, “toda mi familia fue de pescadores, yo hace más de 50 años que vivo acá, pasó todo el día en el río, cosechar casi no deja ganancia, es mucho trabajo y no hay quien ayude a trabajar la tierra, no pensamos es jubilarnos porque comemos de lo que trabajamos”, explicó Ico, como lo conocen en el lugar.
“Ahora ya mis hijos están grandes y se fueron a distintas ciudades para progresar es lo mejor para ellos, los más viejos tenemos esta tristeza de que por ahí los jóvenes tienen que irse lejos porque en la isla no tiene posibilidades, por suerte nos comunicamos casi todos los días”.
Pero aclaró que él no piensa dejar su lugar, “yo no puedo dejar el río, aprendí a vivir así, acá la gente se pregunta que va a pasar con este lugar si los jóvenes se van, qué futuro tenemos, pero mientras seguimos trabajando y esperando que las cosas mejoren”.
De visita en las chacras
En las chacras no hay una hoja fuera de lugar, como si estuvieran preparadas siempre para recibir visitas, aunque la llegada de ajenos es poco frecuente, celebran la ocasión con largas charlas.
“La gente que viene se maravilla con este lugar, pero es duro vivir acá y cuando uno es más viejo, más se siente la soledad y los jóvenes se van porque acá no hay futuro”, dijo Rosa de Franco.
La mujer detalló que debido a las múltiples ocupaciones, los vecinos no acostubran golpearse la puerta, “pasan los días y cada uno está ocupado, por eso no nos visitamos mucho, sí nos juntamos para alguna reunión o para los cumpleaños, la escuela es un punto para convocarnos y encontrarnos todos”.
En casa de los Da Silva los preparativos para la cena comenzaron temprano a media tarde, “están viniendo mis parientes de Santo Tomé, así que matamos un lechón para esperarlos”, comentó Oscar, que ayudado por su esposa Rosmerie Villalba pelaban el animal.
“Para nosotros que venga alguien de visita es una fiesta porque se puede hablar de cualquier cosa, la mayoría de los días nos pasamos trabajando, vivimos de la cría de estos animales que se matan y se pelan con agua hirviendo para vender la carne”.
La opción del turismo
Los lugareños están convencidos de que el turismo puede sacarlos de la soledad y abrir nuevas alternativas económicas y sociales.
La escuela trabaja en un proyecto para fomentar la conformación de un club de pesca, promocionando el buen pique .
Tiempo atrás funcionaba una cancha de bocha y una cantina que solía atraer a la gente del pueblo.
Se muestran cautos a la hora de planificar modificaciones profundas. “No queremos perder la forma de vida, nuesta tranquilidad, nos gustaría que la gente conozca la isla, pero sin grandes impactos”.
En defensa del paraíso
Poco más de 30 personas viven en la Isla Argentina, para acceder al lugar se debe atravesar el río Uruguay desde el puerto de Prefectura en Itacaruaré.
El paso no está habilitado para tránsito fronterizo y no hay servicio de lanchas.
Los pobladores de la isla cuentan con botes con pequeños motores que permiten la navegabilidad en aguas bajas y el contacto con tierra firme.
La lancha de la Escuela 865 acerca de lunes a viernes a la docente y vuelve a la costa a 17.
Los lugareños defienden la función estratégica de la escuela y del asentamiento que está distribuido en chacras.
“Por suerte no tenemos problemas de usurpación o de asentamiento ilegal, pero si todos nos fuéramos esta tierra quedaría liberada para los brasileños”, indican los vecinos más antiguos que recordaron que:
“Hubo años que nos quedamos sin escuela, porque decían que había pocos alumnos, pero nuestros hijos tienen derechos a la educación”.
Más de 90 años de desarrollo de la Isla Argentina
Isla Itacaruaré Chica. La población en la Isla Itacaruaré Chica o Argentina osciló a lo largo de casi 100 años de ocupación.
Según el relato de sus moradores históricos, en la actualidad muestra el grupo más reducido de habitantes.
El historiador José Freaza en su libro “Itacaruaré”, publicado por ese municipio en 2005, destaca que el paraje insular “enjoya el río Uruguay, constituyendo una singularidad destacable en la región.
Además, marca que los pobladores viven en estrecha relación con la planta urbana de Itacaruaré.
“Su población sufrió oscilaciones importantes, con la paradoja de que ahora, con mayores beneficios de la civilización, registra tal vez, el más reducido número de habitantes.
Ocho familias, en este lugar único por sus condiciones, gozan de luz eléctrica y de teléfono. Sorprendente ecuación de estos años de progreso vertiginoso en algunos aspectos y de retroceso en otros”, relata en la página 129, dedicada a la historia de la isla.
En la publicación también rescata la primera etapa de funcionamiento de la escuela, por impulso de docentes del pueblo.
En la década del 30 se instaló la primera escuela, la Nacional 125 en un edificio muy precario, a cargo de la maestra Marina Pagliera de Golpe y Cora.
En diciembre de 1959 se crea la escuela provincial 51.
Por la poca matrícula, con los años, la escuela se convirtió en un aula satélite. Luego, se abrió la escuela 865 que tiene un aula satélite en la costa, con esta decisión se evitó que cerca de 20 alumnos del pueblo deban pasar cada día el río para asistir a clases en la isla.
Los lugareños recuerdan cada creciente del río, que arrasó con todo su trabajo, pero también, reconocen que pudieron contribuir a la fertilidad del suelo.
La última crecida importante del río fue en el 92, cuando se trasladó la escuela a un edificio más alto con base de pilotes.
“Todos los días son lunes, mi vida está acá, disfruto de la chacra”
Se asentó en 1979, educó a sus hijos con el trabajo de la tierra. Las inundaciones lo alejaron, pero la nostalgia lo hizo volver y continuar el cultivo de sus 30 hectáreas
Isla Itacaruaré chica (Enviados especiales). Neco Franco (62) lleva 32 años curtiendo sus manos en la tierra y agradeciendo por cada atardecer, junto a Rosa, su esposa, sigue proyectando un paso más, tal vez una vaca más, o “un cuadradito más de maíz o caña”, siempre dejando atravesado su sueño por la máxima: “Hasta donde la naturaleza me lo permita”.
A Celestino Franco le dicen Neco “desde que recuerdo”, asegura. En 1979 cruzó el río Uruguay y decidió sembrar su futuro en Isla Itacaruaré Chica, sin luz, ni teléfono, pero con el cuerpo fuerte para dedicarle su vida a la chacra.
En la isla no hay propietario de tierra, pero las mejoras y las producciones corresponden a los que la trabajan. Neco alcanzó a cosechar maíz y soja, caña de azúcar, mandioca, frutas, eucaliptus y las pasturas para su medio centenar de vacas, ocupando 30 de las poco más de 100 hectáreas que tiene este pedazo de Argentina rodeado por el Uruguay.
“En el ’79 no se nos ocurría otra cosa, igual que hoy tal vez, que aprovechar esta buena tierra de la isla, no teníamos electricidad, el sol marcaba nuestros horarios, y pese a que las inundaciones de 1982 y 83 (el río superó los 14 metros) nos llevaron todo, nos levantamos, volvimos a plantar y a criar animales, a armar nuestras casitas, ya más altas claro”, resume Neco y la carta de presentación que esgrime se traduce en que en la isla lo que no escasea es la voluntad.
“Antes cruzábamos remando el río, recién en el ’93 tuvimos el primer motor para un bote en la isla, nos ayudó siempre Prefectura, pero siempre lo hicimos todo con mucho sacrificio”. “Para levantar de nuevo la escuela utilizábamos 400 bolsas duras para traer los materiales del otro lado (Itacaruaré y San Javier), arena, ripio, cemento, todo cargábamos al límite y a puro remo lo pasábamos”.
Neco y Rosa fortalecieron su relación con tres hijos, Sandro (38), Roberto (33) y Carina (28) quienes hoy, salvo el mayor, que cumple labores de portero, encargado y lanchero para la escuela, ya no viven en Isla Argentina.
“Ellos prefirieron emigrar y ya nos dieron cuatro nietos, así que los que cruzamos a San Javier, Itacaruaré o al Brasil somos nosotros (matrimonio). De todas maneras yo más de dos días lejos de la isla no me quedo, mi vida está aquí”, señala el hombre apuntando con su índice el suelo de su amplio patio, que deja ver esfuerzo en la tierra, deja entrar una brisa fresca.
Hace una pausa y se cuela el ronquido del agua golpeando con las piedras del Uruguay.
En la isla, salvo el teléfono público “cortado y esperando que Telecom lo arregle”, los servicios básicos funcionan y son herramientas de los poco más de 30 pobladores. “Tenemos electricidad desde 1992 y nos podemos comunicar con celulares sin problemas. Ya no vemos televisión con baterías, vemos las noticias de Misiones”, dice Neco, pero reconoce que las novelas brasileñas, el fútbol, y la radio del país vecino siguen primando hasta en el tono y forma de dialogar.
“Brasil está pegado a nosotros, es inevitable, los chicos hablan en portugués, hasta juegan así, acá vienen peones a laburar y de español no entienden una palabra, pero no lo veo como una falta a la patria, somos argentinos, acá la bandera está en la escuela todos los días”.
Alrededor de 500 metros de río separan a Isla Chica de Rincón Vermelho. “Ahí cerca nomás está Porto Xavier, donde hay tres líneas de colectivos a Porto Alegre por día, es una colonia fuerte que sigue creciendo en la zona”, comentó también Neco, pero contuvo cualquier descripción más sobre sus vecinos brasileños, “somos argentinos”, insistió.
Entre los sinsabores o infortunios que le tocaron a Neco, en más de 30 años en la isla, por los dolores de las inundaciones no hay reproche: “Cuando llueve y el río crece no hay mucho para hacer, uno entiende”, pero cuando le tocó afrontar un severo problema cardíaco que le restó capacidad de labor, sintió muy fuerte la crueldad del hombre contra el hombre:
“Hace como dos años vino hasta acá un abogado, al menos se presentó así, desde Alem y me ofreció iniciarme los trámites por una pensión, se llevó todos los estudios que me hicieron, me cobró 1.200 pesos y nunca más lo vi, pese a que lo busqué, no tuve ninguna noticia, desapareció, jamás pensé que hasta acá, a la isla, vinieran a mentirme y robarme, siquiera me hubiera dejado mis papeles originales, los perdí todos, tuve que recomenzar el trámite el año pasado y por lo menos ahora sí en la Anses me dijeron que avanza y que pronto voy a cobrar creo que poco más de mil pesos”.
La posibilidad de que se generen emprendimientos hidroeléctricos aguas abajo, ronda la conversación y cálculo. “Queremos saber que va a pasar, aunque sabemos que si hacen una represa el agua va a tapar toda la isla, que nos vamos a tener que ir obligados y dejar todo lo que logramos acá”, lanzó Neco y el pedido no es poco, porque este productor sostiene erguida su intención de “volver a plantar granos, poder tener margen para arriesgarnos de nuevo, hasta 50 mil kilos de soja y maíz podemos producir acá, el problema es que si las lluvias son fuertes y largas cuando tenemos que levantar la cosecha, perdemos todo y no tenemos ningún seguro, tampoco podemos pagarlo”. El ganado vacuno se transformó en el estímulo: “Sacamos leche y carne, y con los bueyes aramos para la caña, y las diversificaciones que nos facilita el Inta (como frutilla y sandía), esta tierra es muy rica, no plantamos tabaco, así que acá no conocemos los agroquímicos, salvo el que usamos para limpiar los trillos”.
En este pedazo de Argentina, si no existiera el ritmo que marca la escuela, los feriados, sábados y domingos, serían utilizados para seguir labrando el suelo.
“Para mí, todos los días son lunes. Me levanto temprano, recorro mis animales, organizo las tareas de la huerta con mi señora, nos ayudamos con los vecinos, recibo a los peones, hago todo con la mismas ganas que tuve cuando vinimos con Rosa y y los dos varoncitos, mi vida está acá, disfruto la chacra”.
Una mejora en Isla Argentina
Por 1500 pesos en efectivo, se puede adquirir ‘una mejora’ en la isla, consiste en una hectárea de terreno ya labrada. Los terrenos son fiscales, no existen los propietarios, la isla se fue dividiendo de acuerdo a las familias que fueron produciendo con sembradíos y animales.
Por supuesto, no hay sistema de recolección de residuos, los habitantes encontraron espontáneamente la mejor forma para tratarlos. Los desechos orgánicos se utilizan para confeccionar abono para las huertas. Los recipientes plásticos son guardados en su totalidad. Las botellas de gaseosas o agua, son reutilizables con la leche vacuna que ordeñan diariamente. El litro lo venden a 7 pesos y llega hasta las ferias francas.
30 pesos: Es el valor que los pescadores reciben por el kilogramo de undorado (el más caro). Todos los isleños están registrados en la Prefectura Argentina.
La Pindoí, la más turística de todas
A 700 metros de la costa de Corpus, una familia la explota desde hace 10 años con camping y cabañas
CORPUS. Ubicada sobre aguas del río Paraná, la isla Pindoí tiene 36 hectáreas y es explotada turísticamente desde hace 10 años por la familia Galarza, que levantó en el lugar tres cabañas con baño privado y aire acondicionado y además un albergue con 6 piezas. Como hay lugar para acampar, llegan turistas de todo el país.
La isla Pindoí recibe visitantes durante todo el año y en la temporada de verano hay que reservar con tiempo debido a la alta demanda, aunque una de las principales contras es la falta de un servicio de lanchas, aunque sea de manera irregular.
Pero en la isla se conservan los senderos por donde caminó Moisés Bertoni, el naturalista suizo que vivió varios años en la isla. Según los conocedores, fue Bertoni el que plantó los mangos que año a año siguen floreciendo.
Luego de Bertoni, la isla pasó a manos de la familia Navajas. Luego el Estado Nacional la recuperó. Durante la gestión del gobernador César Napoleón Ayrault la isla recibió las primeras infraestructuras.
Efecto represa
Por la suba de las aguas, producto del embalse de la represa hidroeléctrica de Yacyretá, perdió gran parte de sus playas, que eran famosas por la pesca del dorado y por el Salto Pindoí, que desapareció con la suba del río. Pese a las pérdidas que tuvo la isla, la Entidad Binacional Yacyretá (Eby) no incluyó a Corpus en el plan de trabajo.
“Desde hace años estamos pidiendo que cambien el tendido eléctrico, porque cuando suben las aguas los cables quedan casi al ras del agua y en la última suba tuvimos que cortar la luz para evitar accidentes”, indicó el intendente de Corpus, Ignacio ‘Pocho’ Nemeth.
“Hace más de 10 años que a través de Emsa presentamos el plan de trabajo y no lo aprueban, ni hacen mejoras y se perdió toda la isla, el Salto que era tan lindo, no nos dieron nada”, reclamó Nemeth, en charla con El Territorio.
El alcalde de la localidad ubicada a 80 kilómetros al norte de la capital de la provincia, Posadas, resaltó el potencial turístico que tiene la Isla Pindoí, ya que en temporada alta las cabañas están completas y llegan muchos acampantes.
“En verano casi no hay lugar Muchísima gente viene a visitarnos y elige quedar en el lugar por la tranquilidad que hay. Los fines de semana de enero y febrero siempre está completa”, se informó desde el municipio que la cuida como su única oferta fuerte para los visitantes.
La isla del Urugua-í, la de Abelardo
La descubrió un cazador de yaguaretés, cuando era un barrero en 1940. Por la represa, se convirtió en un islote de gran biodiversidad
PUERTO LIBERTAD, ISLA PALACIO (Corresponsalía). “Pero esto es un 'palacio', expresaba en los años 40 el mítico cazador de yaguaretés Don Perfecto Rivas. Es que había descubierto en el medio de la selva en Puerto Bemberg (denominación original de la localidad), un barrero (lugar de barro salobre muy apreciado por tapires y otros animales) único por sus dimensiones. Pues bien, a partir de la presa Urugua-í que inundó casi 10 mil hectáreas, el “barrero Palacio” se convirtió en una isla de poco más de 50 hectáreas de extensión, con una biodiversidad intacta. En ese mogote de selva atlántica, abundan tapires, carpinchos y monos caí, aves diversas de la selva y acuáticas como garzas, mbiguás y patos, sin olvidar a los yacarés que toman sol en la costa del lago.
Para llegar a la isla, es preciso viajar en lancha por el lago hacia el Este, desde la policía lacustre que se encuentra en cercanías del dique Norberto Veloso, durante cerca de una hora. Antes, a unos 30 minutos nos encontramos con la Isla del Sol de una dimensión más pequeña, donde la navegación comienza a ser mas dificultosa por la gran cantidad de árboles secos, que no fueron apeados previo al llenado del vaso.
Un lugar intangible como lo es la “Isla Palacio”, es muy apetecido por cazadores y pescadores furtivos. Es así como se puede observar rastros recientes de visitantes al lugar, prueba del peligro de depredación.
En suma, el lugar es sumamente atractivo y digno de visitar. Se necesita un par de horas para ir y venir; y otro tanto para recorrer mínimamente el monte; donde se puede observar centenarios fustes de árboles del monte nativo, arroyos interiores y la fauna lugareña -según los conocedores-, se la puede apreciar en horas muy tempranas o al atardecer cuando los animales bajan a la orilla del lago a abrevar.
Abelardo, medio siglo de isleño
Hay veces que es isla, otras tierra firme. Es una importante porción de tierra ubicada sobre el lago Urugua-í, justo enfrente del destacamento de la policía lacustre, y del destacamento Ecolacustre. Allí vive el pionero Don Abelardo Acuña desde hace más de 20 años; otro tanto vivió en inmediaciones de lo que fue el Salto Urugua-í, a unos 2 mil metros al Oeste.
Don Abelardo, venerable vecino que cumplirá el 24 de diciembre próximo sus 89 jóvenes años, forma parte de la historia y del paisaje lugareños.
“Llegué a Puerto Bemberg -antigua denominación de Puerto Libertad-, al clarear de un día del verano de 1933, con 10 años de edad. Venía con mis padrastros en el barco España. Habían sido contratados para trabajar en la yerbatera de la firma Bemberg. Nos adjudicaron una casa de madera aquí muy cerca, dice señalando un promontorio del otro lado del espejo de agua a unos mil metros”.
“En este mismo lugar mi padrastro trabajaba en el obraje tumbando árboles a golpes de hacha, que se trasladaba por el arroyo Urugua-í y de ahí se los sacaba con alzaprimas (carros tirado por bueyes de enormes ruedas). Después volvimos a Posadas, donde había nacido, para volver en la década del 50 y quedarme hasta ahora".
Mucha nostalgia hay en las palabras de Don Abelardo, que prácticamente toda su vida transcurrió en los montes del Urugua-í.
Desde la isla, a diario montado en su vieja bicicleta pedalea hasta el centro urbano de Puerto Libertad, para comercializar los productos que cultiva en su chacra, como verduras, frutas y alguna que otra tilapia, bagre o tararira.
Abelardo, cuando las aguas están altas, sale de la isla en su vieja canoa, si no lo hace directamente con su viejo compañero, otra vez, el biciclo.
Un Parque Provincial como pulmón verde en el Paraná
Montecarlo (corresponsalía). El Parque provincial Isla Caraguatay es un área natural protegida de la provincia argentina de Misiones.
Abarca la totalidad de la Isla Caraguatay, ubicada sobre el río Paraná. El parque tiene una extensión de 52 hectáreas y su finalidad es proteger el ecosistema de la isla. Fue creado en el año 1991 por medio de la Ley 2876.
El Parque Provincial Isla Caraguatay está ubicado en la localidad homónima, cuya fecha de fundación data del 24 de abril del año 1911, a manos de los impulsores en la publicidad de esta increíble región, Nicolás Avellaneda y Alfredo Echagüe.
Está ubicado, aproximadamente, a 187 kilómetros de la Capital de la provincia de Misiones, la ciudad de Posadas y a 117 kilómetros de las Cataratas del Iguazú.
Por lo menos, en el Parque conviven dos comunidades vegetales, las Selvas Marginales y las Selvas Mixtas de laurel y guatambú.
Es un lugar habitual de descanso o para el acampar de grupos de pescadores deportivos, los que provenientes de distintos lugares, se llegan hasta la isla a probar suerte con especies de dorados .
También son numerosos los visitantes que van en búsqueda de rélax y descanso en la isla, por la tranquilidad que transmite y por la espectacularidad de sus atardeceres y amaneceres.
En el lugar no hay servicios, por lo que los visitantes deben llevar sus pertenencias y solamente en épocas de vacaciones salen servicios de lanchas al lugar ubicado en el medio del majestuoso río Paraná, uno de los más anchos del mundo.
La Isla del Medio, grato recuerdo posadeño
Eran 3.500 metros de playas y palmeras donde por casi 10 años, los posadeños la disfrutaron como boliche al aire libre
POSADAS. Fue centro de diversión de miles de posadeños y para distintos objetivos. Los primeros en visitarla y hacerla famosa fueron los fanáticos de los deportes náuticos y en los últimos años, hasta partieron lanchas casi regularmente, para pasar el día entero en la Isla del Medio. El período más activo de la Isla del Medio fue desde 1997 hasta el 2008. El pedazo de tierra entre Posadas y Encarnación, Paraguay, se destacó por su prolífica vegetación de mangos, guayabas y moras, a sólo un kilómetro y medio de la orilla posadeña.
La isla, visible desde toda la costa capitalina, se extendía a lo largo de 3.500 metros. Tras el llenado del embalse a cota 83, actualmente, apenas sobresalen a la superficie algunas palmeras.