En Posadas, cada fin de semana cientos de personas salen a vender pollo o asado a la parrilla en las esquinas de los barrios. El rubro alimentos es el que más creció en la capital provincial, un 39 por ciento, según la última encuesta realizada por la Cámara Argentina de Comercio (CAC).
“El trabajo dignifica” dice el dicho y cada vez más personas se animan a estirar una manta, poner una mesa en un espacio verde y ganarse el pan vendiendo sus productos. El comercio informal es un fenómeno social en crecimiento en la Argentina.
En Posadas, cada fin de semana cientos de personas salen a vender pollo o asado a la parrilla en las esquinas de los barrios. El rubro alimentos es el que más creció en la capital provincial, un 39 por ciento, según la última encuesta realizada por la Cámara Argentina de Comercio (CAC).
Pero los fríos números del organismo nacional muchas veces no contemplan el lado social del problema. “Sabemos que no estamos habilitados pero es la única manera de hacer unos pesos”, contó un vendedor de pollo que todos los domingo saca su parrilla en Villa Cabello para juntar unos pesos y tener para vivir en la semana. El desocupado suma los pesos del domingo a la Asignación Universal que recibe por sus tres hijos. “No queda otra, no hay trabajo formal”.
En conjunto con la Red de Periodismo Social, El Territorio realizó un relevamiento sobre la situación del comercio informal en la capital provincial y en Oberá.
Luego de años de informalidad, La Placita del Puente y el Mercado Modelo van regularizando su situación y avanzando a la legalidad (ver páginas 6 y 7).
Mientras que otros trabajadores hacen de todo para ganarse el pan de cada día (ver páginas 8 y 9).
Sin duda que la frontera entre la legalidad e ilegalidad es muy fina y genera debate en distintas ciudades (ver página 10 y 11).
En crecimiento
En el primer trimestre de 2012 la venta ilegal callejera a nivel nacional experimentó un alza de 1,9 por ciento en relación al trimestre anterior.
Esto fue el resultado de importantes subas de la venta ilegal en Rosario y Salta, y una ligera alza en Neuquén, parcialmente compensadas por bajas en Buenos Aires y Posadas (-42%). Indumentaria y calzado; juguetería y esparcimiento; alimentos y bebidas se ubicaron entre los rubros más afectados.
Durante el primer trimestre del año se efectuaron relevamientos mensuales en las ciudades de Rosario, Salta, Neuquén, Posadas, Mendoza y Buenos Aires. Para la realización de los mismos la Cámara Argentina de Comercio (CAC) trabajó con la Federación Gremial del Comercio e Industria de Rosario, la Cámara de Comercio e Industria de la Provincia de Salta, la Asociación del Comercio, Industria y Afines de Neuquén, la Confederación Económica de Misiones y la Unión Comercial e Industrial de Mendoza.
Efectuando un análisis por rubros de los puestos de venta ilegal callejera, se encuentra que indumentaria y calzado fue uno de los rubros más comercializados. De hecho, fue el de mayor participación en las ciudades de Buenos Aires (34,7%) y Rosario (33,6%). Juguetería y esparcimiento también fue un rubro con alta participación, y fue el más vendido en la ciudad de Neuquén (31,9%).
También fue notoria la incidencia de alimentos y bebidas, que fue el rubro de mayor venta ilegal en Salta (42,4%) y Posadas (39,6%).
La economía social como inclusión
El programa Hecho en Misiones fue impulsado por el Ministerio de Desarrollo Social como forma de inclusión de los emprendedores de la provincia.
A través de microcréditos ya ayudó a 8500 emprendedores de Misiones, que lentamente van pasando del comercio informal al monotributo social, lo que le permite facturar y tener los beneficios sociales de cualquier trabajador.
Según datos de Ministerio de Desarrollo Social de Misiones, hasta el momento se entregaron más de dos millones de pesos a emprendedores. “Los créditos van desde los 1500 hasta los 3000 pesos según el proyecto y se puede sacar hasta 9 mil pesos anuales. Hoy tenemos un recupero del 95 por ciento y no sólo aportamos plata, sino que también le damos capacitación”, indicó Jorge Moreno, coordinador del consorcio de microcrédito de la Zona Sur.
“Estamos haciendo hincapié en el monotributo social, que tiene costo cero para el emprendedor y le permite facturar y tener jubilación como cualquier trabajador, ese es el próximo paso”, agregó Moreno.
Hoy desde las 15, en la costanera de Posadas se realizará un nuevo festival con la presencia de 400 emprendedores.
La inflación eleva diferencias
Al referirse a algunos de los principales incentivos que tendría el comercio informal, Swcharz se refirió a los menores precios que están mostrando las mercaderías de países vecinos por efectos de la inflación en nuestro país. “La realidad es que con la inflación o el incremento de precios que estamos teniendo en la Argentina es ampliamente superior a la que están teniendo todos los países vecinos. Esto hace que las ventajas de tipo de cambio nominal sean erosionadas por este tipo de cambio real, deflactado por inflación”.
Y enfatizó: “Aún teniendo en cuenta la inflación del Indec de alrededor del 10 por ciento, tenemos la inflación más alta de todo el Mercosur”.
Para el investigador, la diferencia de precios entre el comercio y las mercaderías que se producen o ingresan desde países vecinos, se potencia con el incremento más frecuente de precios que se registra en la Argentina. “La dinámica de esta variable está afectando la competitividad de la economía Argentina y mejorando la competitividad de los países vecinos. Así uno puede ver que por ejemplo ya no vienen tantos brasileños como venían hace un año”.
“La informalidad se muestra en alza”, dijo Swcharz
POSADAS. El investigador en jefe de la regional Nea de la Fundación Mediterránea, Gerardo Alonso Swcharz, explicó que de acuerdo a los últimos datos estadísticos oficiales la informalidad ha demostrado una tendencia alcista en el último año. Remarcó que la existencia de trabajo informal y ventas están directamente relacionadas ya que “una empresa sólo puede tener empleados en negro si tiene facturación en negro”.
Swcharz remarcó que así entendida la “informalidad es sistémica y en base a eso vamos a ver que en el cuarto trimestre del 2011 la informalidad laboral que para mí es indicador de la informalidad de todo el sistema, en Posadas se ubicó en 38,6 por ciento”.
En referencia a esos datos, el investigador apuntó las mediciones del mismo periodo pero del año anterior. “Así en el último trimestre del 2010 la informalidad en Posadas marcaba un 36,4%, y en el total país un 33,7%. Este contraste de datos muestra que en general (la informalidad) fue subiendo”.
Haene: Desaparecen y vuelven a multiplicarse
POSADAS. Alejandro Haene, directivo de la Cámara Argentina de Comercio y miembro de la Confederación Económica de Misiones (CEM), dijo que la cantidad de puestos de venta callejera varía en gran medida de acuerdo a diferentes épocas de venta.
Se explicó que en el primer trimestre del año, la cantidad de puestos de venta bajó notablemente -42 por ciento-, y a ello puede responsabilizarse en gran parte un efecto de las vacaciones y del menor público circulante por la ciudad en los primeros meses del año.
“Según nuestro informe en el primer trimestre del año, había caído la cantidad de puestos laborales informales en la ciudad de Posadas. En distintos lugares (los puestos) desaparecieron y en general es algo usual que en determinadas fechas claves de la economía estos puestos vuelvan a aparecer como por ejemplo en la venta del Día de la Madre, el Día del Niño y las fiestas de fin de año.
Haene remarcó en su explicación la incidencia del periódo de vacaciones sobre los puestos de venta visualizados en la ciudad.
“De acuerdo a informaciones que nosotros habíamos relevamos, en el primer trimestre hay una caída por período estival, porque es usual que enero y febrero decae la cantidad de personas que son potenciales compradores”, indicó.
“También se dan las vacaciones en la administración pública, y son determinados puestos, los que desaparecen como por ejemplo algunos de la calles Junín y Sarmiento”, agregó.
La Placita, historias de luchas y cambios para salir de la informalidad
Los vendedores del Mercado Modelo y La Placita del Puente tuvieron que pasar por transformaciones, reclamos, crisis y traslados hasta lograr formar parte del sistema comercial de la ciudad
Posadas. Ella es una de las más antiguas locatarias del Mercado Modelo. Pasó por todos los procesos hasta lograr la formalidad en el trabajo. “Nosotros estábamos en el Puerto, del Puerto pasamos a la plazoleta, de la plazoleta entramos al edificio del Mercado antes de que se termine”, recordó Secundina Acosta que hace 35 años trabaja en el histórico mercado de Posadas.
Luego de un proceso de cambios y luchas, desde el año 97 que Secundina permanece en el mismo puesto donde vende hierbas medicinales y otros productos. En ese entonces eran cerca de 250 personas y hoy existe 255 locales, con 700 familias viviendo de la venta.
“Acá la vida es pesada, entra mucha gente nueva, con plata, ellos trabajan bien y nosotros los más antiguos quedamos atrás. No sé por qué la Municipalidad le da más preferencia a la gente nueva, entran y hacen lo que quieren”, lamentó Secundina.
Para transitar ese camino de la informalidad a formalidad, la mujer recordó: “peleamos mucho, nos juntábamos, íbamos a la Municipalidad. Amanecíamos ahí, hacíamos manifestaciones. Nosotros tanto luchamos para tener eso y ahora viene cualquiera y se instala”.
Actualmente, Secundina se levanta todos los días a las 5 de la mañana para trabajar. “Salvamos el día, nada más. Hay que luchar. Ahora ni siquiera los turistas compran, manosean todo, pero no compran nada. Es una lucha”.
De informales a locatarios
Hace más de 50 años que el mercado “La Placita” acompaña los diferentes ciclos económicos de Posadas, y forma parte de la expresión folclórica de la ciudad. El edificio que se encuentra ubicado por la avenida Roque Saenz Peña entre Sarmiento y San Martín se fundó en 1962 durante Gobierno de Napoleón Ayrault.
Guillermo Ibañez trabaja hace 23 años en el Mercado y es el actual administrador. Según recordó, antes del incendio del edificio que ocurrió en septiembre de 1989, la Municipalidad cobraba una cuota por día a los locatarios. “Había localcitos informales, había gente que tenía en la calle mesas, donde tenían la mercadería y prácticamente su seguridad era algo improvisada. Había mucha gente del Paraguay que venía, las paseras que traían frutas, y cuando ocurrió el incendio esa gente quedó afuera, se dio prioridad al nativo”.
Desde el año 1990 hasta la fecha, fue cambiando la estructura del mercado, y después del incendio se crearon 300 locales. “En la época de 2001 muchos aguantaron y muchos se fueron. Fue una crisis catastrófica. Se perdieron las carnicerías, que eran once y quedó solo una”.
Ibañez puntualizó en que existe un mercado externo que se nutre del Mercado: las carnicerías, la parada de taxis, el agente de quiniela, entre otros. Pero lo que más ha crecido es el servicio gastronómico. “Es difícil saber cuánta plata maneja la placita. Los locatarios dicen que es el día a día. Desde el mes pasado se nota que no hay movimiento estamos en stand by, hay etapas. Pero se reactiva en fechas específicas, ya está dentro del corredor turístico".
También remarcó sobre el trabajo informal, “es un problema para el comerciante el tema de los vendedores ambulantes. Siempre se los ve. Por norma ellos tienen que estar a 100 metros de acá. Pero ves mesitas que se instalan en días y horarios puntuales, que parece que el municipio no controla. Se acercan personas a querer instalarse, cuando se le da a conocer las normas, se van a otro lado”.
Por su parte, también Miriam Acosta, una de las delegadas del Mercado, describió cómo fue el proceso hacia la formalidad. “Con los tiempos uno se tiene que ir modernizando e insertarse al sistema. Nosotros somos locatarios, monotributistas y el municipio fue el que implementó las documentaciones, inscripción de Afit, pago del padrón de comercio y otras”.
Asimismo, remarcó sobre la convivencia con los vendedores ambulantes: “Es una lucha continua no se puede controlar. Los inspectores no los pueden detectar. A nosotros no nos molesta la gente, ellos venden comidas. Hay que hacer valer las ordenanzas y el municipio tiene que controlar. Vienen un día o dos días, ellos despejan la vereda pero otra vez”.
Pasaron por cinco mudanzas y varios reclamos hasta lograr la inclusión
POSADAS. El proceso de formalidad de la actual Placita del Puente fue complejo y traumático. En un principio llegaron a ser 140 vendedores, y hoy son 97. “Muchos se fueron fundiendo. Fue un proceso de lucha, conflictos, engaños”, recordó el secretario general del Sindicato de Vendedores Ambulantes (Sivara), Alberto Fuste Padros.
La comercialización comenzó a funcionar en la plazoleta frente al Mercado Modelo a mediados de los años 80. Allí los vendedores debían pagar por día y realizar un carnet habilitante en la Municipalidad. En 1989, con el incendio del edificio del Mercado, los locatarios se sumaron y compartieron los puestos. Luego de la reparación del edificio, al año siguiente vino la orden de desalojo para los puesteros.
“A partir de eso, el sindicato va a instancias judiciales, hasta que se llega a un acuerdo. Se decide que esta gente pase con casillas de metal a la avenida Polonia. Ahí empieza la formalidad impositiva de esta gente, se mensualiza la tasa municipal, se le inscribe al padrón de comercio, y ahí es donde se los inscribe en rentas, en autónomos. Cumplen con todos los requisitos, pagaban monotributo y dos tasas municipales”, recordó Fuste Padros.
En total, 113 puesteros se mudaron a la “Placita de la Polonia” que funcionó hasta 1995 cuando llegó un nuevo traslado al Puerto de Posadas. “La intendencia de Rovira hace la placita del puerto. Ahí se fundieron muchísimos puesteros, porque quedaron encajonados en un pozo, aislados comercialmente”, detalló Padros.
Posteriormente, en el 2003 los vendedores se mudaron a la “Placita del Puente”. En los últimos años, fueron varios los reclamos de los puesteros para exigir la construcción de un nuevo espacio que brinde mejores condiciones de trabajo. Finalmente, a principios de este año, se mudaron al nuevo edicifio ubicado en el acceso al Puente San Roque González de Santa Cruz, cercana a la demolida placita. “Es todo un proceso, la gente tiene que saber dónde está el nuevo edificio. La venta es muy reducida pero de apoco se va a normalizar".
Fuste Padros también puntualizó sobre el conflicto que se genera por el trabajo informal en la frontera: “La gente que viene del Paraguay está rodeando. Se ponen a competir, venden muchísimas cosas”.
Una de las más antiguas
María Somann se mudó cinco veces hasta que finalmente hoy, tiene su puesto en la nueva Placita del Puente. Comenzó en el año 88 con una verdulería: “Sufrí mucho en ese momento, hasta que se armó el Sivara y luchamos juntos para conseguir la titularidad”.
Fue una de las primeras vendedoras de la plazoleta frente al Mercado Modelo. “Fueron peleas y peleas. Después vino la orden de desalojo, yo me fundí y empecé devuelta”, agregó María que luego pasó por la placita de la Polonia, la del Puerto, y finalmente hoy trabaja en su puesto del edificio del Puente.
Sobre la venta informal que se observa en el entorno, María comentó: “Los vendedores ambulantes son de afuera, del Paraguay y hay muchos. Pero yo no quiero quitarle el pan a nadie, el que quiera trabajar y puede que lo haga”.
Opiniones
“Antes había gente que tenía mesas en la calle y la Municipalidad le cobraba una ocupación por día. Después del incendio, en 1990 se crean 300 locales y hoy son 255 locatarios”
Guillermo Ibañez
Administrador del Mercado Modelo
“Con los vendedores ambulantes es una lucha continua, no se puede controlar. A nosotros no nos molesta la gente, muchos venden comidas. El municipio tendría que controlar”
Miriam Acosta
Delegada del Mercado Modelo
Con 5 trabajos se prepara para volar
Diego tiene 30 años y con la moto hace tres cosas diferentes: Vende chipa, quiniela y es gestor. Además, da clases de taekwondo y vende comida los domingos. “Gano más que siendo empleado”, comentó
POSADAS. Es gestor matriculado y hace trámites con la moto. Va de un lado a otro de la ciudad cruzando papeles de diferentes negocios. La movilidad la aprovecha hasta agotar posibilidades. Eso parece porque mientras cumple con las distintas obligaciones desde que sale de su casa a la madrugada, vende chipa y quiniela. Las horas de la mañana son clave, no las puede desperdiciar. “Soy técnico recibido, perito mercantil”, dijo Diego Báez, que tiene medio domingo para descansar, estar más tiempo en su casa con su mujer y su hijo de seis años.
“Me alcanza, gano más que siendo empleado”, aseguró aunque resalta que el esfuerzo es día a día desde las 5.
“Se trabajaba mucho y el sueldo era bajo”, recordó sobre su primer trabajo asalariado, pero rápidamente decidió hacerse a un lado. Algo de su padre, canillita, heredó después de todo.
“Con la moto hace poco también empecé a vender chipa”, dijo quien además da clases de taekwondo a la siesta y anuncia que pronto “daré clases de taebo”.
Los domingos Diego también encontró la salida para aumentar sus ingresos. Vende pollo asado en la esquina de las avenidas Urquiza y Las Heras. “Al mediodía ya no queda nada”, afirmó y calculó siempre con justeza las porciones de acuerdo a la demanda que crece domingo a domingo.
Diego dio alguna vez también clases de matemática y está por ingresar a la carrera por la que apuesta a dejar sus cinco oficios actuales. El que resuelva un buen ingreso y una buena carrera a futuro. “Quiero recibirme como comisario a bordo”, explicó y detalló que es “como azafato, o también conocido como tripulante a bordo”.
Según el posadeño que vive en el barrio Regimiento, en un año y medio estaría recibiéndose en la materia que se cursa en la Armada Argentina.
Sin técnicas especiales más que la actitud y la explotación de lo que estudió y la calle le fue mostrando, Diego se hizo camino de manera independiente. “Saco unos 6.000 pesos por mes”, contó contento y consciente de que no todo terminará con el título de comisario a bordo, sino que tendrá que contar con una buena carta para ingresar al difícil mundo de los vuelos comerciales.
La jardinería como forma de sobrevivir
POSADAS. Donde el pasto se ve un poco alto y desprolijo, Walter Benítez toca el timbre y se ofrece para cortarlo con la máquina que carga en bicicleta desde Fátima al centro de la capital provincial.
“Cobro por tamaño y tiempo, 20 ó 30 pesos por un trabajo chiquito, a veces más. Si es grande puede ser 100 pesos, pero pocas veces puedo agarrar un trabajo así”, contó el trabajador, que encontró como única alternativa las tareas de jardinería para sobrevivir.
Como muchos de sus vecinos, Walter vivía en cercanías del río Paraná, pero la llegada de la costanera los obligó a ser relocalizados. Esto atentó contra las posibilidades laborales de quienes no tenían un trabajo fijo, incluido Walter, quien los primeros meses del desarraigo pasó por serias dificultades económicas. Pero se levantó. “Mi hermano me prestó la bici y desde entonces pedaleo todos los días”, contó.
Explicó que recorre tanto las cuatro avenidas y alrededores, donde “cada vez hay menos pasto”, para ofrecer sus servicios.
De todas maneras, más allá de su voluntad, los ingresos de Walter son variables: “Hay días en los que hago cinco o seis trabajos, y puedo sacar hasta 150-200 pesos, pero hay otros que no hay nada. Además, si llueve no puedo trabajar, no puedo andar en bici, me quedo sin ganar nada, es difícil”.
Por eso, hablar de con cuánto vive por mes no es sencillo. “Cuando hace calor se saca un poco más, si ando bien puede ser 2500-3000 por mes, pero a veces no llego ni a 1500, porque no sale nada. Igual si me sale alguna changa, agarro. Hago limpieza, un poco de pintura, algo de albañilería”, detalló, y agregó que cobra la asignación universal por sus dos hijos, “eso ayuda mucho”, y que su mujer, además de ocuparse de las tareas del hogar, en ocasiones consigue alguna tarea temporal extra. Con 34 años, Walter confiesa que no sabe cuánto tiempo más podrá seguir con esta actividad para mantener a su familia, y señala que le gustaría conseguir un trabajo fijo, pero se muestra “tranquilo porque me gano la plata trabajando, con mucho sacrificio pero con dignidad”.
Un locro para salvar el mes
POSADAS. Dentro del comercio informal, la gastronomía es una de las actividades que más creció, según datos nacionales.
En la capital provincial cada fecha patria o domingo es aprovechada por cientos de personas que buscan con la venta de pollos, asado o locro hacer unos pesos extras para que rinda el sueldo.
El pasado 1º de mayo en casi todos los barrios de Posadas se hizo locro que fue comercializado por particulares que buscaban hacer una diferencia.
Para cocinar el locro se gasta entre 250 y 300 pesos y dependiendo de la cantidad de porciones se puede llegar a sacar entre 1200 y 1500 pesos (las porciones se vendían entre 15 y 20 pesos, según el barrio).
Tradición en Itaembé
Desde hace cinco años Rosa Olivera y Vicente Bertoloti, se instalan en el espacio verde de la avenida 147, en diagonal a la Iglesia Jesús Misericordioso, para hacer el tradicional locro.
Así cada 1º de mayo y 25 de Mayo se los puede encontrar cocinando desde temprano la tradicional comidad y a 15 pesos la porción (con pan casero incluido), salvan el mes, ya que ella es artesana y él jubilado.
“Siempre estamos acá, y siempre pedimos permiso a la delegación para prender el fuego. Arrancamos a las 6 y para el mediodía no queda nada. Ya tenemos una clientela fija que no podemos fallarle”, contó Vicente mientras servía las últimas porciones.
“Es un ingreso extra y una oportunidad, nosotros trabajamos cuando los otros descansan y lo hacemos porque nos gusta trabajar”, agregó Rosa, mientras da el cambio a los clientes que llegan una y otra vez a pedir.
El pasado primero de mayo la pareja vendió 120 porciones “y nos quedamos cortos porque mucha gente vino tarde y no teníamos más”, explicó Vicente.
“Es una oportunidad para tener un ingreso extra, para hacer una pequeña diferencia porque la plata no alcanza, pero nosotros seguimos luchando para tener una vida mejor”, agregó Rosa.
Vivir de la Feria Franca
En Villa Cabello cada vez más personas aprovechan los sábados para vender ropas, juguetes, caburé y todo tipo de productos
POSADAS. Aprovechando la cantidad de personas que llegan a la feria franca, que funciona en el complejo Polideportivo Pepé Piró de Villa Cabello, para comprar productos frescos de la chacra, ciento de personas se instalan los sábado para vender sus productos y hacer un ingreso extra.
El comercio informal creció tanto alrededor de la feria de los colonos, que ya no queda espacio verde y algunos ya se instalaron en parte de la plaza ubicada frente al complejo polideportivo.
Bien temprano, cuando los colonos están bajando sus productos, los vendedores ambulantes llegan con sus mantas para vender ropa, o instalar un parrilla para hacer el tradicional caburé (chipa al palo)
“Es una oportunidad, la feria mueve tanta gente que muchos vimos como una posibilidad empezar a vender productos. Yo vendo ropa acá en el barrio, pero los sábado vengo acá porque es el lugar que más gente se junta y a veces se vende bien, pero ahora somos tantos que hay días en que se saca poco y nada”, comentó Rosa González (50), quien hace más de dos años se instaló con su mantita y vende ropa.
“Ya se descontroló, al principio sólo erámos diez y ahora ya no hay lugar si no llegás temprano”, agregó María.
“Nosotros vendemos bien porque la gente hace su compra y de paso lleva un caburé”, explicó José quien salva la semana con la venta de los sábados.
A los vendedores ambulantes se les sumaron desde hace un buen tiempo los trapitos, que trabajan sobre la avenida Eva Perón y la calle Fermín Fierro y que recaudan entre 5 y 10 pesos por auto.
“Es imposible no se puede caminar entre los autos y los puestos ya no hay lugar”, se quejó una vecina de la chacra 149.
Los feriantes también se mostraron preocupados y pidieron más control debido a que tienen miedo de perder clientela por el caos en que se transformó la feria tanto para estacionar como para caminar.
De amas de casa a vendedoras de ropa usada
POSADAS. Hasta que el cuerpo le dio Miguelina Leite (53) hizo trabajos de ama de casa, pero un día una complicación renal la dejó sin poder realizar las tareas que le permitían llevar el pan a su casa. Igual no se quedó quieta y siguió adelante. Se asoció con su prima Catalina Leite (62) y empezó a vender ropa usada en Villa Cabello.
Pero ante la gran cantidad de puestos que fueron apareciendo alrededor de la feria franca que funciona en el predio Pepé Piró (ver aparte) decidió buscar nuevos rumbos y recaló en un espacio verde de Itaembé Miní, donde de lunes a sábado desde las 7 y hasta que caiga el sol vende ropa usada. Con los ingresos que fue sumando también puede comprar ropa nueva, que tiene mucha salida.
“Lo hacemos para no estar en casa y porque nos gusta. Empezamos con ropa usada y ahora ya también traemos ropa nueva. Tenemos nuestras clientas que siempre vienen se puede hacer hasta 100 pesos los días que la gente tiene plata, pero hay días que no llevamos nada, es así”, comentó Miguelina.
“A mí me gustó trabajar desde chiquita, pero me sacaron un riñón y ya no puedo hacer fuerza. Pedimos permiso a la delegación y lo que nos pidió es que no tengamos la ropa en el piso por eso todos los días llevamos y traemos la mesa y la ropa”, agregó con una sonrisa.
“Hacemos esto porque nos gusta. Trabajar hace bien, el trabajo es salud”, remató Catalina.
El contraste entre Feria Franca y mesiteros en Oberá
OBERÁ. “Hoy vale más un kilo de mandioca pelada que uno de yerba. No por eso hay que dejar de pelear por el precio de la yerba, pero quiere decir que la producción de alimentos es una gran alternativa para los colonos”. Así graficó Eugenio Kasalaba el potencial que tiene la provincia como proveedora de verduras, hortalizas y frutas, no sólo para el consumo interno, sino también para abastecer otros mercados.
El dirigente agrario sabe de lo que habla, ya que hace casi 17 años fue uno de los principales promotores de la concreción de la feria franca de Oberá, un modelo de comercialización directa entre el productor y el consumidor que se extendió por más de 50 localidades de Misiones y alrededor de 150 a lo largo y a lo ancho de todo el país.
Fueron apenas siete los productores que participaron del primer día de feria franca, un frío 26 de agosto de 1995. “En el 95 fuimos a Santa Rosa (Brasil) y vimos que con menos hectáreas, de dos a diez como mucho, los productores abastecían su feria tres veces por semana, mientras nosotros con 25 no sabíamos qué hacer”, recordó.
Eran los peores años de la crisis económica del Gobierno de Carlos Menem y, según el dirigente, “queríamos demostrar que otro modelo de producción era posible, que Misiones puede producir alimentos y que el productor puede comercializar”. Hoy, con los resultados a la vista, el tiempo les dio la razón a los impulsores de la feria.
Marina Santander de Peñalba, es una de las pioneras de la feria franca local, quien instó a las nuevas generaciones a tomar la posta de sus mayores y mantenerse agrupados. “Estoy muy orgullosa de ser feriante. Hoy vemos que luchan por el precio de la yerba, del té y el tabaco, pero en la feria franca los productores ponemos nuestro propio precio”, indicó Santander.
Mesiteros de la ex Terminal
Es reiterado reclamo de comerciantes que se ven perjudicados con la competencia desleal creciente que existe en pleno centro de la ciudad con los mesiteros de la ex Terminal de ómnibus. Consultado al respecto, Oscar Krieger, presidente de la Cámara Regional de Industria Producción y Comercio de Oberá (Cripco), opinó que “la solución depende de una decisión política, y cuanto antes se de el traslado de los vendedores de la ex Terminal mejor, así se baja la ansiedad y todos trabajamos en paz”.
Días pasados, durante una reunión con comerciantes, el intendente Ewaldo Rindfleisch se comprometió a solucionar el tema de los mesiteros. Pero ya pasó un año y la situación empeoró, ya que ahora son más de cien vendedores informales asentados en la ex Terminal. Se calcula que diariamente los mesiteros venden un promedio de 500 pesos.