Misiones, Tuesday 22 de November de 2011

A los 79 años, quien fuera campeona provincial de tenis sigue atendiendo, día y noche, el botiquín del lugar y recuerda cuando Arturo Henn se enamoró del paisaje y convenció a sus amigos para poblarlo

El Soberbio. Personajes populares hay muchos. Pero mujer que vivió desde adentro el nacimiento de El Soberbio y conoce como nadie el pueblo, sólo hay una y con cariño la llaman Doña Loris. Esta mujer, de 79 años, lleva toda una vida trabajando al servicio del pueblo. Su papá, el fallecido Don Arturo Henn, fue quien se enamoró de este pedazo de tierra colorada y la bautizó El Soberbio.
“Estoy en este pueblo desde el primer día. Llegamos con mi papá por el agua y al subir el barranco del río Uruguay encontré solamente una casa. Papá decía que era un lugar maravilloso. Se llama El Soberbio porque mi papá tenía la costumbre de decir cuando una cosa era linda ‘que soberbio’, en vez de ‘que maravilloso’. Hasta la comida cuando era rica él decía ‘¡qué soberbio!’. Entonces como el arroyo tenía un nombre que al traducirlo significaba ‘grande y maravilloso’, la gente lo apoyó para que se llame El Soberbio. La gente apoyaba a mi papá y le creía. Imaginate que venga una persona y te invite a vivir en un lugar donde no hay un camino ni nada y te diga ‘vamos a hacer un pueblo, un pueblo de amigos’ y que te crean y vendan sus cosas y vengan. Tuvo que haber tenido un poder de convicción impresionante”, cuenta Loris.
Arturo Henn y su hija doña Loris vivían en Alba Posse. Henn se dedicaba a llevar y traer mercadería por el río Uruguay y Loris estuvo desde los 8 hasta los 19 años pupila en el colegio de hermanas religiosas Santa María de Posadas.
Un día de trabajo como cualquiera, el motor de  la lancha de su papá falló y se dejó traer por la corriente hasta lo que en la actualidad es el puerto de El Soberbio. Según cuenta doña Loris, “cuando mi papá subió la cima y vio las tierras, se enamoró y comenzó a soñar con un pueblo. Hizo arreglos con los propietarios Julio y Natalio Ongay y comenzó a buscar amigos con dinero que confiaran en su sueño. Y así fue llegando la gente a El Soberbio. Dos años estuvo trabajando casi de sol a sol para abrir caminos junto a los nativos”.
Mientras tanto, Loris continuó sus estudios en Posadas, donde aprendió “a obedecer, a cumplir horarios y a ser puntual; eran muy exigentes”. Pero también aprendió a soñar con el futuro: “Quería ser diseñadora de modas, hacer vestidos de fiesta, cortinas, ropas de bebé y pintar, eso era lo que yo quería hacer”.
Mientras tanto, Loris jugaba al tenis, incluso llegó a ser campeona provincial y la conocían en todas partes. Y ser tan popular en el pueblo la llevó a trabajar con los medicamentos.
“A raíz de eso, el dueño de una droguería me pidió como favor que tenga los medicamentos para la salita de primeros auxilios. Hasta que una enfermera me dio la gran idea de no hacerlo ad honorem sino como un negocio y desde 1965 nació el botiquín de farmacia Moconá como local de negocio, antes fue sólo un lugar de reparto. Este trabajo me dio muchas veces la oportunidad de ayudar, recorrer, solucionar, curar, consolar y alegrar a muchas personas. Eso reconforta. En muchas oportunidades a falta de médicos, entre la enfermera y yo hacíamos milagros”, recuerda entre risas.
Loris y su botiquín de farmacia es, sin dudas, un icono de este pueblo. En él se han filmado películas, se han sacado fotos cientos de turistas y han pasado miles de personas que llegaron a este pueblo. Ella atiende de día y de noche sin parar porque sabe que “quien viene a la madrugada es porque realmente necesita que la ayude”.
Hoy  está felizmente casada con Carlos Hugo Yunis, un fanático del deporte que dio alegría y felicidad a muchos jóvenes de El Soberbio. Juntos tuvieron cuatro hijos, varios nietos y bisnietos y dicen que son muy felices. “Si hoy estamos nosotros, este grupo de personas, amigos, parientes, grandes y chicos, se debe a que un día, en varios días, alguien soñó, idealizó y con sus amigos concretó. Fenocchio, el primer director de la escuela de Frontera, no sería lo que significa hoy si mi papá no lo hubiese ido a buscar. Piszarca, Rheiner, Lucas, Glier, no serían pioneros e inmigrantes si no hubieran sido invitados por su amigo. Y fueron estas mismas personas las que hicieron que este lugar se llame El Soberbio”.