En una jornada marcada por la diversidad y el fervor del público, el mega festival vibró con el debut de Girl in Red, las actuaciones de Chita y Bb Asul y los homenajes de Estratósfera y Francisco Victoria.
Luego de dos jornadas históricas que dieron inicio a la celebración de la décima edición de Lollapalooza Argentina 2025, este domingo miles de fanáticos se acercaron al Hipódromo de San Isidro en el Día 3 del festival con la misma energía y entusiasmo que marcaron los días anteriores.
El público dejó en claro su emoción y expectativa para vivir el cierre de un fin de semana inolvidable, en un evento que sigue marcando un antes y un después en la manera de disfrutar la música en vivo. Con la ansiedad por el debut de Olivia Rodrigo en suelo argentino, la segunda visita de Rüfüs Dü Sol, el regreso esperado de Tan Biónica, y la presentación de Nathy Peluso, el público se preparó para una jornada que prometía ser el broche de oro de esta edición. Y cumplió.
A ellos se sumaron nombres como Benson Boone, Girl in Red, JPEGMAFIA, entre otros, que completaron una grilla diversa y cargada de propuestas que despertó el entusiasmo de todos los presentes en un clásico de la escena musical argentina.
La noche había avanzado sobre el Hipódromo de San Isidro y, tras una espera que pareció infinita, el Samsung Stage se oscureció de golpe. Un latido grave marcó el compás en el aire y, entonces, las luces comenzaron a rasgar la oscuridad. Finalmente, Tan Biónica volvía a reunirse con sus fanáticos y el reencuentro no fue de otra manera que en medio de un estallido.
La banda, liderada por Chano Charpentier, apareció en escena envuelta en un juego de luces que parpadeaban al ritmo de los primeros acordes. Ataviados con kimonos negros de brillos plateados, los músicos se movieron como figuras extraídas de una fábula futurista. La multitud, que ya no contenía la emoción, acompañó con los brazos en alto y las voces encendidas el inicio de un show que trajo de vuelta un repertorio que había marcado a una generación. El primer golpe llegó con “Ella”, seguida por la melancolía vibrante de “Beautiful” y la euforia inevitable de “Loca”. Las canciones se sucedieron como capítulos de una historia en común, donde cada verso fue coreado con una intensidad que cruzó lágrimas y sonrisas.
En un momento de respiro, el escenario quedó en manos de un DJ que preparó al público con un set breve, apenas unos minutos de transición, antes de que Chano reapareciera con una guitarra acústica. Fue un instante en el que el vértigo se transformó en calma; la electricidad del show dio paso a una atmósfera íntima, casi confesional.
Más allá de su rol de frontman, se hizo espacio para sentarse al piano, acariciar las teclas y arrancar algunos acordes que sellaron el clima de intimidad en medio del torbellino. También tomó la guitarra, dándole un espacio a su audiencia para deleitarse con algunos temas a capela. Pero la noche aún guardaba una sorpresa. Cuando muchos creyeron que ya nada podría superar ese instante, apareció Nicki Nicole. Su figura recorrió el escenario como un relámpago. Con un gorro peludo estilo esquimal, bermudas negras y una camiseta deportiva negra y blanca, como si hubiera venido de otro mundo a sumarse al rito biónico. Y, una vez más, la multitud se desbordó cuando ella y Chano comenzaron a cantar “Boquitas pintadas”, mientras caminaban el escenario mientras sus voces se entrelazaban, fundiendo generaciones y estilos en un solo abrazo.
Minutos más tarde, una lluvia de confeti plateado que caía como una nevada luminosa sobre el Hipódromo de San Isidro. El artista de 43 años volvió a tomar el micrófono con esa mezcla de entrega y nostalgia que lo había acompañado toda la noche. De esa manera, las primeras notas de “Ciudad mágica” sonaron y, de inmediato, la multitud volvió a estallar en un grito que pareció quebrar el cielo.
Airbag también fue una estrella inesperada en el performance de la agrupación. Al ritmo de “Arruinarse”, la banda conformada por los hermanos Sardelli tocó la fibra sensible de las personas que se reunieron para degustar de su música.
De esa manera comenzó una propuesta que sorprendió y cautivó al público. Laura Ferreira, conocida por su trabajo en los grupos Nenagenix y Saramalacara, presentó su proyecto solista Estratósfera en el Flow Stage. Sin banda y a solas con su teclado, Ferreira se mostró en el escenario con un tutú blanco, una imagen que contrastaba con la intensidad de su propuesta musical.
Durante su presentación, la artista repasó los temas de su único álbum lanzado en 2023, llevando al público por un viaje sonoro en el que las melodías suaves y las letras profundas se mezclaron de manera sutil. Entre los temas que interpretó, destacó su reciente sencillo B.S.A.S. (Si alguna vez te sentís sola de noche), donde la artista demostró su capacidad para conectar emocionalmente con la audiencia.
Sin embargo, la sorpresa de su set fueron los covers que incluyó en su actuación. Primero, interpretó “Mañana en el Abasto” de Sumo, que resonó en el público como un homenaje a la escena del rock argentino de los 80. Además, también incluyó un tema de Taichu, otra de sus referentes musicales, haciendo una conexión entre generaciones y estilos que no dejó indiferente a los presentes.
A las tres de la tarde exactas, cuando el aire tibio del predio comenzaba a llenarse de ansiedad y murmullos, Francisco Victoria subió al Samsung Stage y todo se transformó en un grito unánime. El músico chileno, con una camiseta negra simple y pantalones verdes que apenas rompían el minimalismo de su atuendo, tomó el micrófono y saludó con calidez: “¡Buenas tardes, Argentina!”.
La escena cobró aún más fuerza cuando comenzaron a sonar los primeros acordes de “Querida, ven”, una de sus canciones más celebradas, lanzada en 2019 junto a Juliana Gattas. Los fanáticos ya intuían lo que estaba por suceder. Entonces, Gattas emergió en escena, vestida con un conjunto marrón —pantalón y saco a juego— y unos anteojos negros que ocultaban una sonrisa que se adivinaba amplia. Cantaron juntos, con las voces entrelazadas en un dueto que desató una oleada de gritos y aplausos.
Cada mirada compartida, cada gesto, era una celebración de la complicidad que ambos músicos habían construido desde aquella colaboración. La química en el escenario fue inmediata y el público lo vivió como un reencuentro largamente esperado. Cuando la canción terminó, el abrazo entre los dos quedó suspendido unos segundos más de lo habitual, mientras desde abajo llovían teléfonos y manos en alto.
Un rato después, en el Flow Stage, Chita apareció ante su público acompañada por un grupo de bailarinas que se mantuvieron a su lado en todo momento. Para esta ocasión, lució un top sin tiras, bordado en tonos que brillaban bajo las luces, junto con un short negro ajustado, medias altas y tacos que marcaban el ritmo de su andar seguro. La escenografía mínima daba espacio para que su figura y la de sus bailarinas dominaran el escenario con movimientos precisos, coreografiados al detalle.
Las canciones se sucedieron como un torrente controlado; cada tema era una pieza de un set pensado al milímetro. Su voz, por momentos íntima y por otros vibrante, llenó el aire mientras las luces acompañaban el crescendo del show. En diálogo exclusivo con Teleshow, comentó tras su performance: “Estuve hace más o menos dos semanas preparándolo. Me puse muy contenta por la gran cantidad de gente que había”. Todavía con las emociones a flor de piel, la joven cuyo verdadero nombre es Francisca Gil, confesó con quién le gustaría trabajar en un futuro: “¿Puedo soñar? Me encantaría con Tate McRae. Amo a Tatiana”.
Mientras tanto, BB Asul había tomado el mismo Samsung Stage donde antes había brillado Victoria. Frente a unas quinientas personas expectantes, se presentó con un look inspirado en Vivienne Westwood flanqueada únicamente por su banda: tecladista, baterista y un guitarrista que alternaba en el bajo. La propuesta era directa y honesta. “¡La escucho a Chita desde acá!” exclamó en un momento, arrancando sonrisas entre quienes la escuchaban atentos.
Por su parte, charló en exclusiva con este medio y comentó cómo fue su preparación para este evento de gran magnitud. “Lo venía preparando como una loca, lo dimos todo. Estuvimos ahí ensayando un montón, armando los outfits, haciendo de todo. Me sentía muy nerviosa, pero por suerte estaban mis amigos que siempre me hacen sentir bien. Sobreviví”, aseguró la cantante.
Al referirse a la gran multitud de gente que se encontraba pegada a la valla a su espera, comentó a este medio: “Eran muy lindos. Se pegaron allá, me dan ternura. Los amo, se sabían todos los temas y no lo podía creer”.
Faltaban pocos minutos para las seis de la tarde cuando una ovación rugió desde el fondo del campo y avanzó como un oleaje incontenible hacia el escenario. Girl in Red, la artista noruega que había logrado ponerle banda sonora a los amores no correspondidos y las confesiones íntimas de una generación entera, salió a escena para dar su primer show en suelo argentino, desde el Flow Stage, con la naturalidad de quien sabe que no necesita más que su música y su energía para conquistar. Con unos pantalones deportivos anchos y un sweater azul que caía con soltura sobre sus hombros, la artista se soltó alte el público argentino. El look era relajado y contrastaba con el estruendo de bienvenida que la recibió.
Mientras los primeros acordes de “We Fell in Love in October” flotaban en el aire, fue inevitable: la marea de voces jóvenes, emocionadas, se elevó para cantar cada estrofa como si fuera un himno personal. Ella sonreía, caminaba el escenario de punta a punta con su guitarra en mano, miraba al público como quien se encuentra con una vieja amiga tras años de distancia. “Solo quiero decir que gracias por estar conmigo. Ustedes son el mejor público que tuve de lejos en Sudamérica. Argentina, lograron derrotar a Chile y a México”, dijo en inglés, emocionada por el gran recibimiento que tuvo en su primer Lollapalooza en el país.
Al caer el sol sobre el Hipódromo de San Isidro, las luces del escenario principal se encendieron de golpe, como un latido que marca el inicio de algo inevitable. Y entonces apareció ella: Nathy Peluso. La multitud contuvo el aliento un segundo antes de explotar en un rugido. A casi un año del lanzamiento de su último álbum, Grasa, publicado en mayo de 2024, la artista oriunda de Luján regresaba a casa como una emperatriz del pop mestizo, del rap visceral, del tango aggiornado al siglo XXI. Y lo hacía enfundada en un atuendo que no dejaba dudas de su poder escénico: una campera de cuero negro con detalles de piel que dejó atrás rápidamente, medias de red que atrapaban la luz como si fueran hilos de plata, y un short ajustado que revelaba la fuerza y el control absoluto sobre su cuerpo.
La primera base retumbó como un trueno. “Corleone”, un tema que se convirtió en el himno con el que eligió abrir la noche. El beat marcial arrastró al público en un movimiento unísono: miles de brazos alzados, palmas que seguían el ritmo, voces que recitaban sus versos con una furia de manada. Ella caminaba el escenario, al ritmo de la música y el movimiento de las masas. No dejó un solo centímetro sin pisar. Se agachaba, saltaba, giraba con la precisión de quien controla la física del espectáculo.
La noche no le dio un respiro a nadie. Mientras el cielo de San Isidro se teñía de un azul profundo y las luces del predio marcaban el pulso frenético de la tercera jornada del festival, el Flow Stage se encendió para recibir a Benson Boone. El joven artista estadounidense, de apenas 22 años, surgido del torbellino viral de TikTok, hizo su ingreso con un despliegue que dejó sin aliento a más de uno.
Para su debut en el país, Boone lució un traje de dos piezas color celeste, con detalles en blanco y un imponente Sol de Mayo bordado en la espalda. La referencia a la bandera argentina fue imposible de ignorar. Pero no fue solo la vestimenta lo que encendió la euforia. El intérprete de “In the stars”, un tema que dedicó a su abuela y tiño de emoción su show, apareció en medio del escenario lanzando una serie de piruetas acrobáticas que arrancaron gritos de asombro, acompañado con las primeras estrofas de “Sorry, I’m here for someone else”. Con esa energía desbordante, el estadounidense abrió su show nocturno, marcando el inicio de una seguidilla de temas que hicieron vibrar a las miles de almas que lo aguardaban.
Además, en un momento del inicio de su presentación, Boone sorprendió aún más cuando se sumó al grito que partía desde el corazón del público: “Olé, olé, olé, Argentina”. Sin dudarlo, tomó el micrófono y coreó junto a la multitud, provocando una marea de saltos y gritos que flameaban al compás del canto, en especial luego de que Benson, decidido, se acercó a una de las vallas que lo separaban de su público para reunirse con ellos. Emocionado, regresó a su lugar y continuó dando un performance difícil de olvidar al ritmo de otros de sus éxitos, “Forever and a day”, que lo hizo moverse a lo largo del escenario.
Luego de pasar una hora en la que hizo un recorrido por los temas que escribió a lo largo de su carrera, le llegó la hora de cerrar su performance. A puro ritmo, gritos y baile con el tema que lo catapultó a la fama “Beautiful Things”. En medio de un solo de guitarra volvió a bajar del escenario y saludo a los fans y, minutos antes de dejar el show, le lanzó al público la campera que llevaba puesta.
Fuente: Infobae