Y ya el aforismo...
“Las ciénagas solo atrapan a los que penetran en ellas”.
Y un hombre de baja estatura, regordete , nacido en la ciudad de Chicago en 1899, penetro por su propia voluntad en la ciénaga del delito.
Sabemos que un solo paso es el comienzo del camino hacia el precipicio.
Y el precipicio empezó para Al Capone –que es nuestro personaje de hoy- vendiendo bebidas alcohólicas.
Debemos aclarar que en 1920 –Capone tenía 21 años- se dictó en EE.UU. una ley que el ingenio popular denominó “Ley Seca” por la cual se prohibía el consumo de alcohol en todo el país.
Un senador llamado Volstead la impulsó basado en principios puritanos e incluso en resguardo de la salud de la población.
Nadie pudo prever que esa ley se convertiría en un “boomerang”.
Parecería que el deseo de beber de los norteamericanos se multiplicó y generó la producción masiva y la venta de bebidas alcohólicas.
Al Capone con habilidad y pocos escrúpulos se hizo el líder de esa venta ilícita. También logró el dominio de territorios en los que era el único que podía vender esos productos prohibidos.
Pero llegaron otros inescrupulosos que no aceptaron su hegemonía. Y en esas luchas sin ley no triunfa el mejor. Gana el más fuerte, el más astuto, el de menos escrúpulos.
Y ese era Al Capone, que ya no reparaba en medios. Y pasa de la transgresión de una ley al asesinato.
Se dice que ordenó matar en su corta vida de 48 años a más de 500 personas. Pero jamás se lo pudo condenar por ello. Porque este hombre al que llamaban Scarface, que en inglés significa “cara cortada”, por un visible tajo que le cruzaba su mejilla, nunca dejó una prueba concreta de los crímenes que instigaba a cometer.
Fueron apresados y condenados muchos de sus secuaces, pero Capone siempre tenia la coartada perfecta. Claro que policías, jueces y políticos corruptos –dinero mediante- lo amparaban. Y a tanto llegó su impunidad que organizaba congresos, con representantes –debí decir secuaces- de todo el país en hoteles de gran categoría.
Pero los caminos sinuosos siempre terminan en la oscuridad.
Y este asesino, que también lo fue, aunque no mató personalmente, comienza a pagar sus culpas. Aunque ninguna de sus víctimas pudo cobrarlas.
La justicia lo detiene por evasión de impuestos. Y este delito en los EE.UU., antes y ahora, no se perdona. Y lo abandonaron sus amigos influyentes, fuesen políticos, jueces o policías.
Tiene solo 32 años. Lo condenan a 11 de prisión. Lo liberan a los 8 años por buena conducta.
Tiene solamente 40 años pero parece tener 60. Su estado de salud es deplorable.
Sufre una sífilis avanzada. Vive 8 años más recluido en su casa del estado de Florida, ya sin dinero, sin amigos, sin deseos de vivir.
Muere un 25 de enero de 1947, cuatro días después de cumplir 48 años.
Libros sobre su trayectoria y varias películas, una de ellas se llamó “Scarface” –Cara Cortada- como su seudónimo, le sumaron renombre. Tanto, que veinte años después de su muerte, un hijo suyo, John Capone se presentó en un Registro Civil de Florida solicitando cambio de apellido por los inconvenientes que le traía aparejado.
Al Capone, Alfonse Capone su verdadero nombre, vivió una vida de lujos. Porque el submundo suele alojarse en las alturas. Pero aun así se revuelcan en el lodo. Porque forman parte de él. Y siempre terminan en el infierno, al que descienden por propia voluntad. Entonces suelen llegar hasta el asesinato, para el que encuentran cien motivos, pero no podrían encontrarle ninguna razón.
Y finalizo con este aforismo del libro “Luces” que quizá nos haga reflexionar:
“Cuando tomamos caminos equivocados, lo normal es extraviarnos”.