Una encuesta del Observatorio Hacer Educación, de la Universidad de Buenos Aires (UBA), hizo foco en la población en general y en la comunidad educativa, a través de 405 docentes, para conocer sus percepciones. El 67% de la población asignó a la educación el mayor peso en la construcción de un futuro exitoso, por encima de contar con una red de buenos contactos (27%), con leves diferencias entre los docentes para quienes la proporción fue de 52% a 33%. De manera casi unánime, todos destacaron el valor del involucramiento familiar en la educación, mientras que un 50% rechazó sumar horas a la jornada escolar, contra un 47% que opinó lo contrario.
La propuesta de rechazar los paros docentes cosechó un 55% de desacuerdo entre la población general y los docentes. Una amplia mayoría coincide en que los docentes deben trabajar en una escuela solamente y que sus salarios deben ser mejores. Acuerda también que deben ser evaluados anualmente para mantenerse en sus puestos.
También expresaron ampliamente su convicción sobre la necesidad de que la tecnología adquiera mayor protagonismo, pero tanto entre la población en general como entre los docentes, se rechazó en forma mayoritaria el uso de los celulares en las aulas y el aprendizaje por medio de redes sociales.
En Italia se dispuso recientemente que celulares y dispositivos electrónicos solo podrán permanecer en el aula con fines educativos. Un estudio presentado en el Senado italiano había destacado los efectos sobre la concentración, la memoria y el espíritu crítico de los niños. Apelarán así a la responsabilidad estudiantil sin establecer sanciones. Distraerse con el celular impide seguir las lecciones y constituye también una falta de respeto al docente, cuya autoridad debe ser restituida.
Del mismo modo, Suecia ha decidido paralizar su plan de digitalización en las aulas para volver a los libros de texto. Los defensores de la medida argumentan que se viene produciendo un descenso en los niveles de lectoescritura y comprensión lectora. La responsable de la decisión, la ministra de Educación, Lotta Edholm, advirtió sobre los riesgos de crear una “generación de analfabetos funcionales. Anunció así que el financiamiento sueco se dirigirá ahora a la distribución de libros de texto con el fin de garantizar que cada estudiante tenga un libro por asignatura para recuperar puntaje en comprensión lectora de las pruebas internacionales Progress in International Reading Literacy Study (Pirls, por sus sigla en inglés), luego del descenso que registró ese país en los últimos años.
Desde estas columnas hemos ponderado la Campaña Nacional por la Alfabetización que más de cien ONG impulsan para dar mayor visibilidad a la crítica situación local en materia de comprensión lectora. Si bien en la Argentina estamos a años luz de las altas tasas de digitalización suecas, cabe decir que la medida cosechó también mucha oposición entre quienes temen que lo que se cree sea una sociedad de analfabetos digitales.
Las posiciones extremas nunca fueron buenas. En todo caso, el desafío es equilibrar el uso de tecnología y libros en las escuelas, alejándose de decisiones de corte político para resolver según cánones pedagógicos.
La cuestión no pasa por los soportes, sino por la eficacia de las propuestas didácticas. Nos encontramos ante un escenario complejo con muchos vectores al que debemos dedicarle la máxima atención, puesto que no hay futuro sin educación.