Misiones, Saturday 24 de May de 2014

En su chacra de la colonia El Cedral, el agricultor de 54 años produce y fabrica mates que son la atracción de la zona. Aprendió el oficio en Brasil, el país de su nacimiento, y de allá también consigue las semillas

La diversidad productiva en las chacras misioneras no reconoce límites, al igual que las ganas de salir adelante que tienen la mayoría de los colonos, quienes se ingenian, prueban y triunfan a fuerza del trabajo.
Es por eso que Luis Damiani, un agricultor de 54 años, no pasa desapercibido en su chacra de la colonia El Cedral, un poblado de la zona Centro que pertenece al municipio de Santo Pipó pero que queda más cerca de Campo Viera.
El hombre -brasilero de nacimiento pero nacionalizado argentino- desde hace 26 años entre otras actividades, produce porongos y con ellos, fabrica los mates artesanales que son la atracción de la zona. Muchos de ellos llegaron a la ciudad por medio de personas que pasaron por la colonia.
El nombre científico de esta planta trepadora es Lagenaria siceraria y crece como enredadera en medio de otros productos, por lo que llegar a la chacra de Damiani y enterarse por su boca el gran secreto que guarda resulta hasta emocionante, al menos para el que jamás imaginó el proceso del recipiente que ocupa todos los días para tomar el mate.
Las semillas las trajo de Porto Lucena, un municipio brasileño del estado de Río Grande do Sul, lugar en que nació y vivió hasta 1987, año que decidió juntar sus cosas y asentarse con su familia en la chacra de la que hoy es dueño, pero de la que al principio, era solamente peón.
“El mate es un símbolo y compartir el mate es una tradición que está en todas las casas y por eso merece ser tomado en un mate misionero, de la chacra”, aseguró gentilmente el productor antes de meternos de lleno en su historia. 

El secreto de los porongos
Para llegar a su chacra, se debe recorrer alrededor de 22 kilómetros desde Campo Viera, que se estiran a unos 50 si el punto de partida es Oberá. Se llega pasando antes por la colonia Julio Martín, paraje antiguo cuya entrada está ubicada sobre la ruta provincial 6.
El camino es de tierra, con mucha tosca y regala vistas preciosas, con altos terraplenes que permiten contemplar desde otra dimensión la presencia del hombre en las grandes hectáreas de plantaciones.
Llegar a su chacra genera la sensación de entrar en un túnel bien misionero, ya que del lado derecho te reciben las vacas del potrero y del otro lado, se erige la pequeña casa que alberga desde hace pocos años a la familia y que a su vez, es el hogar de una joven docente de Nivel Inicial que se encarga de los niñitos de la Escuela 29.
Justo enfrente, casi sobre el camino, un amplio galpón cubierto con plástico transparente sirve de depósito de su producto y entrar en él es un verdadero placer.
Machete en la cintura y un gastado chapéu gaúcho en la cabeza, el propio Damiani hace de guía improvisado y cuenta orgulloso sus inicios en la actividad que, desde siempre, ocupó sus tiempos ociosos “que son pocos en la chacra”, recalca.
En ese galpón hay que mirar donde apoyar el pié para avanzar, puesto que tanto el piso como los estantes están llenos de frutos de la enredadera que tienen su destino escrito: con el tiempo todos se convertirán en mate.
Los tamaños son variados y las formas que adoptan las frutas dependen siempre de la manera en que maduren, es decir, si cuelgan de la planta o se apoyan en el suelo. Entonces, la forma del porongo siempre tiene una explicación.
“Se siembra en agosto y se cosecha a partir de marzo, de cada planta obtengo hasta cuarenta porongos y si la base es torcida hacia un costado quiere decir que creció sobre la tierra porque los que cuelgan de la enredadera siempre son derechos” explicó.  
Más allá de contar sobre el cuidado de la planta “que es muy atractiva para los carunchos” (plaga), el colono agregó que “desde que se saca de la planta, hay que dejarlo secar para luego cortar la parte hueca, ya que el mate sale del extremo macizo de la fruta”.

Artesanal
Desde ese momento, todo lo que sigue hasta llegar al mate, es artesanal. El hueco donde se coloca la yerba está hecho a cuchillo, escofina, lima y lija, al igual que los adornos en el borde y hasta las bases, que también fabrica Damiani.
“Son muchas horas de trabajo, pero lo hago como alternativa de muchos otros productos que tengo en la chacra” dijo, y en ese sentido, contó: “me ocupo a la noche, más ahora que los días oscurecen temprano o también cuando llueve”.
“El porongo es como un corcho, no es duro pero tiene su proceso y no cualquiera lo trabaja en forma precisa. Yo aprendí el oficio en Brasil, me lo traje conmigo y soy uno de los pocos en la provincia que lo hace” añadió. Aunque reconoció que “a mi señora la engancho para que me ayude, pero a mis hijos no les interesa seguir, no les gusta parece”.
En su casa Damiani vive rodeado de porongos verdes, de los a medio hacer, de los que son casi mate y también de los terminados. Pese a que todo lo hace con sus manos y el proceso demanda muchas horas, recordó que en épocas pasadas llegó a vender 1.000 mates.
“El precio varía de acuerdo al tamaño, pero los hay desde 30 hasta 100 pesos o más”, expresó en relación a los costos. Y en ese sentido aclaró que “son mates que te duran fácilmente 20 años y te hacen lucir porque son hermosos”.