Internacional, Saturday 2 de February de 2019

El ídolo del rock and roll y el boxeador se admiraban mutuamente, pero un regalo desafortunado empañó la cercana relación que los unía, y que había nacido 46 años atrás, en febrero de 1973

"Pueden quitarte las cámaras de televisión, las luces brillantes, el dinero y prohibirte el ring de boxeo, pero no pueden destruir tu victoria", le dijo un anciano a Muhammad Ali, una vez en Chicago. La anécdota sería contada años más tarde por su hija Hana quien, al igual que sus nueve hermanos, nunca dejó de destacar el costado hogareño de quien hizo del boxeo, un arte.

Muhammad Ali fue padre de esos hijos con diferentes mujeres; con algunas de ellas inclusive no llegó a casarse ni a convivir, pero pese a ello se hizo cargo de su paternidad con todo lo que eso conlleva. No solo desde lo económico, sino también desde lo afectivo, visitando a sus hijos siempre que sus compromisos laborales lo permitían y reuniendo a la prole todas las veces que podía.

"Tomaste una posición por ti mismo y por el mundo, y ahora eres el campeón de la gente", contó Hana que le dijo el viejito a quien por ese entonces ya había dejado de llamarse Cassius Marcellus Clay. Mientras en Estados Unidos las leyes contra la segregación racial comenzaban a ver la luz, el muchacho se transformaba en campeón del mundo en la categoría peso pesado y anunciaba que se convertía al Islam. Así dejaba atrás lo que él consideraba un "nombre de esclavo" para abrazar su nuevo nombre musulmán y el apellido que le pondría también a sus hijos. Su líder era Malcolm X, quien encabezaba la Nación del Islam, un movimiento de musulmanes negros que luchaba por los derechos civiles.

La posición de la que hablaba el personaje con el que se encontró el pugilista tenía que ver también con negarse a participar de la guerra de Vietnam, cuando había sido convocado por el gobierno de los Estados Unidos, su país. Ali no iba a pelear con gente contra la que no tenía nada personal, y así lo hizo saber. Como consecuencia, le quitaron sus honores, lo llenaron de multas y lo imposibilitaron a pelear por un tiempo.

"No tengo problemas con los vietcongs. Ellos nunca me llamaron nigger", había dicho en una entrevista. Este gesto pacifista que él ligaba directamente con su nueva religión islámica lo conectaba en la misma sintonía que los jóvenes de la época. Su simpatía por los artistas de moda, también. Se sacó fotos con The Beatles, se hizo amigo de Tom Jones y también logró captar la atención de El Rey.

Howard Bingham, fotógrafo y amigo personal de Muhammad Ali, autor del libro The Fight (homenaje a la famosa pelea entre George Foreman y Ali en Kinshasa) supo decir: "Ali me preguntó: 'Si bajo por la calle y Larry Holmes, Joe Frazier, George Foreman y Mike Tyson vienen del otro lado, ¿quién recibiría más atención?´. Le dije que él. Entonces hizo otra pregunta: 'Si bajo por la calle y Jesse Jackson viene del otro lado, ¿quién recibiría más atención?'. Y le respondí lo mismo. Finalmente, me preguntó: 'Si bajo por la calle y Elvis Presley viene del otro lado, ¿quién recibiría más atención?'. 'Esa es más difícil -le dije- en el exterior tendrías más gente, pero en Estados Unidos la cosa es más cerrada, quizás un poco en favor de Elvis'. Eso no le molestó. Lo único que manifestó fue: 'Creo que tienes razón. Elvis murió hace muchos años, así que la gente se acercaría para ver si es él de verdad'".

La cuota necesaria de humor y acidez de Ali demuestran que la chispa, aun con el correr de los años, seguía encendida. Una noche de febrero de 1973, en un show de Elvis Presley, una persona cercana al artista se acercó y le dijo: "Muhammad Ali está en el público y le gustaría conocerte". El Rey aceptó conocerlo de inmediato. Aunque era fanático del karate, el boxeo le parecía atractivo y no se quería perder de pasar un rato con una eminencia del deporte mundial.

Ya en el camarín, los ídolos se sentaron a la mesa, mientras a su alrededor sus respectivos colaboradores no entendían nada. Por un lado, estaba la Mafia de Memphis, tal como se los conocía a los guardaespaldas del músico, todos blancos y sin mucha formación académica. Por el otro lado, un grupo de afroamericanos convertidos al Islam que tenían fe ciega en su protegido. Dos caras de una misma moneda que comenzaba a girar esa noche.

Dicen que durante esas primeras horas, Elvis y Ali hablaron de boxeo y karate, hasta que ambos se levantaron, Elvis se puso en posición de karate, Muhammad se colocó en una guardia de boxeo y después de una maniobra un poco loca, Ali terminó en el suelo atacado de manera amistosa por su compañero. Todos rieron, incluidos los protagonistas, y a partir de allí comenzaron una relación cercana.

 

Una bata, el mal augurio

Poco después de aquel encuentro Elvis sintió que tenía que agasajar a su nuevo amigo con un regalo a su altura. Así fue que le mandó a hacer una bata muy larga, de color blanco y con incrustaciones de brillantes piedritas. La pelea de Ali con Joe Bugner en Las Vegas fue el lugar y la excusa elegida para encontrarse. La prenda habría costado unos tres mil dólares y Ali estaba encantado. Aunque en el bordado de la espalda el error fuera bestial: en vez decir "The People's Champion" (El campeón del pueblo), las palabras formadas eran "The People's Choice" (La elección del pueblo).

El 31 de marzo de 1973, poco más de un mes después de ese regalo, Muhammad Ali enfrentó a Ken Norton usando la bata que le había regalado su amigo cantante. Esta vez, Ali perdió con Norton por puntos y terminó peleando con la mandíbula rota. Las malas lenguas hablaron de que la bata era yeta y que por eso no la usó nunca más.

Lo cierto es que ya la tenía cuando enfrentó a Joe Bugner y ganó, pero ¿se la había puesto o solo la había recibido? Esa bata y una actitud de Norton después de la pelea dejarían a Ali realmente por el piso. Mucho más que su mandíbula rota. "Al otro día vino Norton a visitarme y no me pareció mal, de la misma manera en que me pidió sacarse una foto de recuerdo conmigo. Lo que hizo fue traerse un fotógrafo profesional. Al día siguiente la había publicado en los diarios y eso jamás se lo perdoné", contó Ali en su autobiografía tiempo después, cuando los huesos habían sanado, pero el orgullo seguía herido. Perder no era lo habitual para él.

 

La foto más icónica de Muhammad Ali

El 26 de junio de 1977 Elvis tenía 42 años y dio el último show de su vida, dos meses antes de que lo encontraran muerto en su mansión de Graceland. El mismo día, pero de 1979, Ali anunció que se retiraba del boxeo, pero murió recién en junio de 2016, después de sufrir por años de mal de Parkinson. Con el tiempo la anécdota de la bata de la mala suerte quedó en el olvido y solo se mantuvo un lindo recuerdo de esa relación nacida entre dos mundos de lo más disímiles.

Pocos años antes de morir Ali recordó a su viejo amigo: "Elvis era un amigo personal muy cercano. Vino a mi campo de entrenamiento en Deer Lake (Pennsylvania) unos dos años antes de morir. Dijo que no quería que nadie nos molestara. Quería paz y tranquilidad. Le di una cabaña dentro de mi campo y nadie lo sabía. Cuando las cámaras comenzaron a verme entrenar, él estaba en la colina durmiendo dentro de la cabaña. No admiro a nadie, pero Elvis Presley era el hombre más dulce, más humilde y más amable que querrías conocer".