Entre Rios, Wednesday 8 de April de 2015
*) Por Francisco Uranga.
 
“La pobreza no es sólo un número”, tituló el Sr. Ministro de Gobierno de la Provincia, Adán Bahl, a su última incursión en el género de la opinión política. Una frase que desconcierta por su obviedad absoluta: cualquier persona con los pies sobre la tierra, que camina por la calle y conversa con  sus vecinos, sabe que la pobreza es “un problema real”, como lo califica el Ministro. Detrás de la pobreza hay personas, con nombre y apellido, con sueños, con historias de vida. ¿Necesitamos que un funcionario público venga a explicarnos esto?
 
Pero lo que motivó realmente a Bahl para bajar sus ideas al papel fue la intención de despotricar porque “la oposición y los medios no perdieron la oportunidad de salir a reclamar que se retacea la información, que se borran o se ocultan los pobres”. Digamos, protestar contra la oposición y los medios por cumplir con el papel que les toca jugar dentro de la democracia. ¿Qué opinará el Ministro que tendrían que hacer?, ¿Quedarse callados?.
 
La realidad, tal como él mismo lo reconoce, es que el INDEC decidió dejar de publicar los índices de pobreza. Al menos tuvo la delicadeza de no caer en argumentaciones extravagantes, como las de Axel Kiciloff, quien dijo que la cantidad de pobres es una medida “estigmatizante”, o en una burrada aún mayor, como la del director del INDEC, quien se escudó detrás de una duda conceptual: “no resulta fácil definir qué es la pobreza”. Tal vez podría comenzar preguntando en cualquiera de los muchos países donde se calcula este actualmente este indicador social, o a los mismos técnicos del instituto que dirige que hasta hace poco tiempo lo hacían. Naturalmente, como cualquier indicador, es un reduccionismo, ya que significa sintetizar en un sólo número una realidad compleja. Pero, siguiendo la misma lógica, podría cuestionarse la publicación del PBI o de cualquier otro índice.  Es una convención  y un parámetro internacionalmente utilizado y no hay ninguna justificación para que no se publiquen estos datos. Excepto, claro, que refleje un resultado que el Gobierno no quiera mostrar. Cuestionar que se retacea la información no parece un planteo tan descabellado, a fin de cuentas, ¿no?
 
Llama la atención que, en otro pasaje de su artículo Bahl afirme que “En la crisis del 2001, la mitad de nuestro país era pobre”. Esto es triste y cuantitativamente cierto… según las mediciones del INDEC, las mismas que acaba de dejar de difundir. Lo cierto es que la publicación de los indicadores sociales cumplen un papel fundamental para la realización de investigaciones académicas, para el estudio que realizan organizaciones no gubernamentales y centros de estudios, y para mantener informada a la sociedad sobre la realidad social del país. La falta de transparencia en los mismos refleja un profundo desprecio por la participación ciudadana y de la sociedad civil en general como actor político. Es el producto de una visión profundamente burocrática de la política, un esquema donde la información es importante “para quienes tenemos responsabilidades de gobierno, tomar las decisiones necesarias en ese sentido”, según las propias palabras de Bahl. ¿Y el pueblo?. Espectador, en primera fila.
 
Un relato sin fundamentos
 
“Hoy, el nivel de desempleo ronda el 6% y en todo el país recuperó el impulso productivo. Las industrias trabajan, exportan sus productos. En muchos casos, los propios trabajadores reabrieron las fábricas que los dueños cerraron. Tenemos un Estado presente que invierte en infraestructura, que apuesta al autoabastecimiento energético y que a lo largo de la última década se ocupó activamente de combatir el empleo en negro, la inseguridad laboral, el trabajo infantil entre tantas otras medidas que ya naturalizamos.”. Redondeó el Ministro en su lectura de los últimos diez años de gobierno, que engloba algunas afirmaciones que son verdades a medias y otras que son directamente falsas.
 
Es cierto que el desempleo cayó desde 2003 a esta parte, y que es sensiblemente menor al promedio de los años 90. Pero también lo es que antes del periodo menemista esta tasa había estado siempre debajo del 6% y hoy se eleva al 6,9%, lo que ubica a nuestro país como el tercero con mayor tasa de desempleo de la región, solo superado por Colombia y Venezuela. Por otro lado, según estimaciones del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), el 75% de los nuevos puestos de 2014 fueron creados desde el Estado, lo que deja de manifiesto la pérdida de dinamismo de la economía. Para tener un panorama completo de la situación laboral en Argentina, podemos acotar que el subempleo se elevó el año pasado del 7,8% al 9,1%, y que el empleo no registrado se mantiene en un elevado 34,3%, comparable con los valores de los primeros años de la década del ’90, pero muy superior a los valores históricos anteriores a la misma.
 
En el plano del sector industrial, tampoco hay mucho para festejar: en febrero de este año, la producción industrial cayó un 2,2% respecto del mismo mes del año pasado, y sumó 19 meses de contracción. Por su parte, el comercio exterior del país, tanto las exportaciones como las importaciones, se derrumbó en un 25%,  considerando la variación interanual entre Febrero de 2014 y Febrero de 2015.
 
A pesar de que, según el Ministro, el gobierno “apuesta al autoabastecimiento energético”, los datos muestran un escenario bien diferente: desde comienzos de los noventa hasta 2010 las importaciones petroleras se mantuvieron en un nivel reducido y la balanza comercial (exportaciones menos importaciones) energética fue superavitaria. En 2011 se perdió el Autoabastecimiento Energético y, a partir de entonces, el déficit del sector comenzó a crecer vertiginosamente. En 2014, se importó energía por 11 mil millones de dólares, el máximo valor de su historia. Hoy, desde el gobierno festejan silenciosamente la política petrolera saudita, que provocó el derrumbe del precio internacional del crudo y con ello trajo alivio a nuestra economía, tan escasa de divisas. En el Gobierno también deben estar muy agradecidos con Irán: su acuerdo con las potencias para desactivar su programa nuclear ya aumentó la presión bajista del precio de la energía. Estas noticias, naturalmente, son buenas desde el punto de vista financiero para nuestro país, pero perjudican a la producción petrolera nacional y a las perspectivas del megayacimiento de Vaca Muerta, que no es rentable con los precios internacionales actuales.  En lo que respecta a la gestión estatal de YPF, aún no se perciben resultados positivos: siguen cayendo las reservas probadas y la producción petrolera.
 
Lejos de pretender negar los avances de los últimos años en términos económicos, políticos y sociales, ni desconocer el impacto positivo de medidas como la AUH o el plan Progresar en términos de inclusión y de equidad, creo necesario poner las cosas en su justo lugar. No vivimos en un mundo maravilloso, como nos quieren contar desde el gobierno, y hay margen para mejorar la gestión pública y aplicar políticas más efectivas. Y la oposición y los medios están para decirlo, aunque al Ministro no  le caigan bien las críticas.
 
 
*)Ingeniero Industrial
Miembro de la Fundación para el Desarrollo Entrerriano “Gobernador Raúl Uranga”.
Movimiento de Integración y Desarrollo (MID).