Misiones, Thursday 28 de August de 2014

Se despejaron las dudas en cuanto a su validez. No solo que sirve, sino que el valiente relato es clave para los investigadores por los datos que aporta.

Mucho se ha hablado acerca de cómo sería introducida al expediente la declaración que prestó Cristian Knack (25), la última de las víctimas de la Masacre de Panambí que perdió la vida. El joven, días antes de morir, brindó un pormenorizado relato de lo que sucedió en su casa del kilómetro 7 de la ruta provincial 5 la noche del 25 de mayo, día en que cinco ladrones coparon la vivienda y luego de asaltar a los presentes les prendieron fuego. Se decía que el testimonio era nulo, porque el muchacho no llegó a judicializarlo. En los últimos días, se develó la forma y de esta manera caen por tierra todas las especulaciones que giraban en torno al valioso relato del muchacho: los detalles del testimonio los introdujo en su declaración el oficial auxiliar de la Policía de Misiones que lo interrogó en el Departamento de Unidad Crítica del Madariaga. El uniformado compareció en calidad de testigo y transcribió los dichos que de puño y letra le había tomado al joven.

Detalla, por ejemplo, que Cristian, el 24 de junio a las 17.35, arrancó un recorrido por el día más doloroso de su vida. Cuenta, por ejemplo, que el muchacho le dijo: “Ese día llegué a mi casa a la tardecita, mis papás empezaron a contar la plata que había llevado. Comí un pedazo de torta porque era el cumpleaños de mi hermana. Después empezamos a mirar televisión, media hora, más o menos, en el sofá. Cuando llegué eran las 19 o 19.30, estaba oscuro y lloviznaba. Ahí llegaron al menos cinco encapuchados, entraron por la puerta trasera, uno de ellos tenía un hierro en la mano y otro un revólver, no sé de qué calibre, negro y largo. Nos agarraron, querían plata. Mi papá les dijo que no había. Entonces me agarraron a mí y me llevaron a la pieza de mi hermana, me ataron boca abajo con un cinto las manos y los pies, mientras me pegaban patadas. Me pedían la plata, y yo les respondía que no teníamos, porque era fin de semana y habíamos pagado a la gente”. Fue el inicio de la masacre.

De acuerdo con la trascripción del oficial auxiliar, Cristian añadió que al poco tiempo “trajeron a mi papá y le pegaban. Ahí encontraron la plata que yo llevé, pero querían más. Había cheques, pero ellos decían que no eran pavos, que querían más plata. En ese momento me rociaron a mí y a los demás con alcohol que ellos habían llevado, porque en casa no había”.

En la declaración también se menciona al “prefecturiano” que el joven Knack aseguró que participó del brutal asalto. En ningún momento dice su nombre o apellido. Cuenta que lo vio cuando el pudo escapar de la pieza en llamas. Al caer al patio, oye que alguien le dice “acostate”, “acostate”. Entonces, afirma el muchacho, reconoce a esa persona: “Se trataba de un comprador nuestro que trabajó o trabajaba en la Prefectura de San Javier. Tenía un cuchillo en la mano, no me acuerdo el nombre, pero es un flaco, alto, piel trigueña, pelo negro. Vestía de negro”.

Añadió que el asaltante huyó con sus cómplices en un VW Bora gris, que estaba “parado a la entrada de la casa, a la altura del cartel de Vialidad. El auto vino hacia mí después giró y tomó para el lado de la villa del kilómetro 8”.
Según el oficial, Cristian aseguró que no hubo lucha entre la familia y los ladrones, y que estos se ensañaron especialmente con él y con su padre Oscar Carlos (43). Es más añadió que uno de los asaltantes lo hirió a él con un cuchillo en la espalda y le dio un golpe en la nuca.
Agregó que recordaba a ese comprador de madera porque había ido al aserradero familiar seis o siete veces, la mayoría de las cuales cargaba la madera en un camión vaquero rojo que al parecer alquilaba. Ese rodado nunca fue ubicado por los investigadores.

“EL LÍDER ERA MUY VIOLENTO”

De los demás ladrones dijo que eran de estatura mediana y acento lugareño. Añadió que todos estaban encapuchados. Aclaró que el “prefecturiano” no era el líder, que había otro que mandaba, uno muy violento.
De acuerdo con lo que transcribió el oficial, Cristian indicó que solo él, sus hermanos, sus padres, su novia y la persona que iba a pagarle por una carga de madera sabían de la transacción. Agregó que su novia siempre la acompañaba en las cobranzas y que fue la primera vez que transportaba un monto tan grande. Se habla de 300 mil pesos.

Indicó que el prefecturiano era un “hombre de edad, grandote”. Dijo que en un cuadernito en el que la familia llevaba el apunte de los clientes debía estar su nombre.
El muchacho, que ante el policía que le tomó declaración dijo ser despachante de aduanas y licenciado en Comercio Exterior, agregó que la banda no sabía dónde estaba guardada la plata, que los malvivientes dieron con el escondite: una caja de papel tapada con una sábana.
Cristian no pudo firmar su denuncia por la gravedad de su estado a raíz de las quemaduras que había sufrido. Lo hicieron por él la enfermera de 23 años que lo asistía y fue testigo de la declaración y su tío Néstor (56).

Por la Masacre de Panambí, que le costó la vida a Cristian, a su hermana Bianca (12) y a sus padres Oscar Carlos y Graciela (42), hay cuatro imputados: el ex prefecturiano Pablo Julio Paz (51), el chapista Marcial Alegre (45), Juan Ramón Godoy (44) y el suboficial del Ejército Rubén Orlando Bueno (52). Todos son de San Javier. Salvo Alegre (que cayó en Garupá), al resto lo apresaron en la localidad fronteriza con el Brasil.

Por estas horas, los abogados particulares de los sospechosos trabajan en planteos para pedir que la jueza de Instrucción Uno de Oberá, Alba Kunzmann de Gauchat, defina la situación procesal de los acusados. Al parecer los plazos para una resolución están llegando a su fin.
El que aparece más comprometido es Paz, cuya huella dactilar apareció en la caja de zapatos donde estaba la plata que le robaron a los Knack. Fuentes cercanas a la investigación indicaron que en el cotejo hecho entre la huella que le tomaron a Paz una vez que lo arrestaron y la que levantaron en la casa de las víctimas hubo alrededor de 20 puntos de coincidencia, cuando apenas se necesita una decena para concluir que son rastros dactilares de una misma persona.

RECHAZO DE LA FAMILIA DE PAZ

La familia del prefecturiano rechaza las acusaciones. Hace unos días, un hermano, Ignacio Paz, hizo llegar a este medio sus dudas en diez puntos:
“1. Sabemos según los abogados, que su detención fue ilícita, pues no hubo orden ‘judicial’ de un juez competente de detención, nunca existió una orden de detención y/o por qué razón fue detenido; no se leyeron sus derechos, y los policías no se identificaron en ningún momento como tales.
2. Hubo vejaciones entre y durante la detención de Pablo Paz, pues fue esposado, encapuchado y no supo nunca donde se dirigía (si era la policía o quien lo detuvo???).
3. Lo dejaron sin ropa en un calabozo, un preso contiguo tuvo que prestarle unas chinelas.
4. Que deliberadamente y sin saber por qué motivo se obtuvieron cuatro (4) veces sus huellas dactilares o sea le tomaron el prontuario 4 veces !!!!.
5. Que el levantamiento de la prueba que incrimina a Pablo Paz (la caja de zapatos) en ese momento fue hecha sin testigos que lo avale.
6. Que el jefe de familia (o sea el padre de la familia Knack) al dirigirse a su vecina en momentos de pedir socorro y de lucidez, antes de fallecer, nunca dijo que reconoció a asesino alguno.
7. Que según la denuncia del último sobreviviente de la familia: el ‘ex prefecturiano’ es alto flaco de piel trigueña y de pelo negro.
8. Que el único sobreviviente de la familia ‘Nano’ Knack dijo que los únicos que pueden reconocer al ex prefecturiano son su hermano fallecido y un obrero del aserradero pues mantuvo varias charlas con él cuando este cargaba machimbre.
9. Que de la causa surge que nadie de la familia y ninguno de los testigos conoce el nombre de ‘Pablo Paz’.
10. Que en rueda de reconocimiento del obrero del aserradero, no reconoció al ex prefecturiano y mucho menos a ‘Pablo Paz’ entre 5 personas de igual similitud.”

 

Fuentes consultadas indicaron que la jueza Alba Kunzmann de Gauchat estaría esperando el resultado de un cotejo de ADN entre las muestras levantadas en la casa de los Knack y las que tomaron a los sospechosos para decidir la situación de los cuatro imputados. Hay mucha expectativa por su resolución. De momento, solo Paz y Godoy, cuyo auto coincide con el Bora gris en el que se movilizaban los asesinos, aparecen como los más complicados.